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Antología Psicología del desarrollo humano I




INSTITUTO ESCOLAR DEL SURESTE A. C.
Escuela Rafael Ramírez Castañeda
Licenciatura en Pedagogía
Tercer cuatrimestre
Asignatura Psicología del desarrollo humano
Antología







UNIDA 1. Introducción a la psicología evolutiva
1.1. Concepto de desarrollo humano
1.2. Procesos y principios del desarrollo
1.3. Enfoques y teorías sobre desarrollo humano.
Objetivo de la asignatura: Aplicar los conceptos básicos del desarrollo del ser humano desde la etapa prenatal hasta la niñez temprana en un contexto educativo y biopsicosocial.

Ingreso al mundo de los niños:
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Capítulo 1 Estudio del mundo de los niños
  El estudio científico del desarrollo infantil comenzó a finales del siglo diecinueve y ha evolucionado hasta convertirse en parte del estudio del ciclo completo de la vida.
  Los científicos del desarrollo estudian el cambio y la estabilidad en los dominios físico, cognitivo y psicosocial.
El desarrollo está sometido a influencias internas y externas.
Las influencias contextuales importantes sobre el desarrollo incluyen a la familia, el vecindario, el nivel socioeconómico, la raza/origen étnico, la cultura y la historia. Capítulo 2 El mundo de los niños: ¿cómo lo descubrimos?
Las perspectivas teóricas acerca del desarrollo infantil difieren en cuanto a dos temas clave: 1) la posibilidad de que los niños contribuyan a su propio desarrollo y 2) la posibilidad de que el desarrollo sea continuo u ocurra por etapas.
Las principales perspectivas teóricas son la psicoanalítica, del aprendizaje, cognitiva, evolutiva/ biológica y contextual.
La investigación puede ser cuantitativa o cualitativa y puede incluir estudios de caso, estudios etnográficos, estudios de correlación y experimentos.
Para estudiar el desarrollo es posible que los investigadores den seguimiento a los niños a lo largo de cierto periodo para observar cómo cambian, o pueden hacer comparaciones de niños de diferentes edades para ver cómo difieren entre sí.

Ingreso al mundo de los niños
Si observa fotografías de usted mismo cuando era niño, es posible que le parezca que está dentro de un terreno que le es familiar, pero al mismo tiempo desconocido. ¿Es realmente usted en esas imágenes congeladas en el tiempo? Al estudiar su propia fotografía de cuando acababa de nacer, ¿se pregunta cómo se sintió entrar en este mundo? ¿Qué hay con respecto a esa fotografía de su primer día de clases?, ¿estaba nervioso de conocer a su maestra? Ahora cambie la hoja y observe la fotografía de graduación de preparatoria. ¿Cómo es que ese bebé indefenso se convirtió en el vigoroso escolar y luego en el joven graduado a punto de ingresar al mundo de la adultez?
Las fotografías nos dicen poco acerca de los procesos de cambio que ocurren a medida que un niño crece. Incluso una serie de videos caseros, que pueden seguir a los niños en todo momento de su desarrollo, no capturan cambios tan sutiles que, con frecuencia, no podemos detectar hasta después de que ocurren. Los procesos e influencias que producen esos cambios del desarrollo son el tema de este libro. La parte uno es un mapa del mundo de un niño.
Traza las rutas que han seguido los investigadores en la búsqueda de información acerca de qué es lo que hace que los niños se desarrollen de la manera en que lo hacen y señala las principales direcciones que siguen, en la actualidad, quienes estudian el desarrollo.
En el capítulo 1 se explora el modo en que el estudio del desarrollo infantil ha evolucionado y se examinan sus conceptos básicos.
En el capítulo 2 se considera cómo es que los científicos del desarrollo estudian a los niños, qué teorías les guían, cuáles métodos de investigación utilizan y qué normas éticas gobiernan su labor. A medida que ingrese de nuevo al mundo de un niño recuerde que los niños verdaderos no son abstracciones en una hoja impresa. Son seres humanos vivientes que ríen y lloran, gritan y hacen berrinches, y que hacen preguntas.
Observe a los niños que le rodean en la tienda de abarrotes, en los parques, en los cines o en la calle. Escúchelos. Véalos. Haga una pausa para prestar atención y observar cómo enfrentan y experimentan la maravilla de la vida. Recuerde al niño que alguna vez fue y pregúntese qué le convirtió en la persona que es hoy. Anote las preguntas que espera que este curso le ayude a responder. Con los discernimientos que logre a medida que lea este libro podrá ver con nuevos ojos a cada niño y a usted mismo.

Estudio del mundo de los niños
No existe nada permanente excepto el cambio.
Heráclito, fragmento (siglo VI a.C.)

 Víctor, el niño salvaje de Aveyron*
El 8 de enero de 1800, un niño desnudo, con el rostro y el cuello gravemente arañados, apareció en las afueras del pueblo de Saint-Sernin, en la escasamente poblada provincia de Aveyron, ubicada en la parte sudcentral de Francia. El niño, que medía sólo 1.37 metros de estatura, pero que parecía de cerca de 12 años de edad, ya había sido visto en diversas ocasiones durante los últimos dos años y medio, subiendo a los árboles, corriendo en cuatro patas, bebiendo de los arroyos y comiendo bellotas y raíces. Cuando el chico de ojos oscuros llegó a Saint-Sernin, no hablaba ni respondía cuando se le hablaba.
Como un animal acostumbrado a vivir en el bosque, desdeñaba los alimentos preparados y destrozaba la ropa que la gente intentaba ponerle. Parecía evidente que había perdido a sus padres o que ellos lo habían abandonado, pero era imposible determinar desde hacía cuánto tiempo había ocurrido esto.
El niño apareció durante una época de agitación intelectual y social, cuando una nueva perspectiva científica comenzaba a reemplazar la especulación metafísica. Los filósofos debatían cuestiones acerca de la naturaleza de los seres humanos —cuestionamientos que se volverían esenciales para el estudio del desarrollo infantil—. ¿Las cualidades, comportamientos e ideas que definen lo que significa ser humano son innatas, adquiridas, o ambas? ¿Qué tan importante es el contacto social durante los años formativos? ¿Se puede superar su carencia?
El estudio de un niño que creció aislado podría dar evidencia del impacto relativo de la naturaleza (características innatas) y la crianza (educación, instrucción escolar y otras influencias de la sociedad). Después de la observación inicial, el niño, que llegó a conocerse como Víctor, fue enviado a una escuela para sordomudos en París, en donde Jean-Marc-Gaspard Itard, un ambicioso joven de 26 años de edad que practicaba la nueva ciencia de la “medicina mental” o psiquiatría, se encargó de él. Itard creía que el desarrollo de Víctor se limitó debido al aislamiento y que simplemente requería que se le enseñaran las habilidades que los niños adquirían de manera normal en la sociedad civilizada. Itard llevó a Víctor a su propia casa y durante los siguientes cinco años lo “domesticó” en forma gradual. Primero, despertó la capacidad de su alumno para discriminar la experiencia sensorial por medio de baños calientes y fricciones en seco.
Después, avanzó a un entrenamiento difícil y minucioso de las respuestas emocionales, y lo instruyó en el comportamiento moral y social, el lenguaje y el pensamiento. Pero la educación de Víctor (que se dramatizó en la película El pequeño salvaje de François Truffaut) no fue un éxito absoluto. El niño logró notables progresos; aprendió los nombres de muchos objetos y podía leer y escribir oraciones sencillas. Podía expresar deseos, obedecer órdenes e intercambiar ideas.
Mostraba afecto (en especial por el ama de llaves de Itard, Madame Guérin) y emociones, tales como orgullo, vergüenza, remordimiento y el deseo por complacer. Sin embargo, aunque pronunciaba algunos sonidos de vocales y consonantes, nunca aprendió a hablar. Lo que es más, permaneció centrado totalmente en sus propios deseos y necesidades. Asimismo, nunca perdió su añoranza “por la libertad del campo abierto y su indiferencia hacia la mayoría de los placeres de la vida social” (Lane, 1976, p. 160). Cuando concluyó el estudio, Víctor —quien ya no podía valerse por sí mismo, como lo había hecho en el bosque— fue a vivir con Madame Guérin hasta su muerte ocurrida en 1828, poco después de cumplir los 40 años.
¿Por qué Víctor no pudo cubrir las expectativas que tenía Itard sobre él? Es posible que el niño haya sido víctima de daño cerebral, autismo (un trastorno cerebral que implica falta de respuesta social) o maltrato temprano grave. Los métodos educativos de Itard, por avanzados que hayan sido para su tiempo, quizá fueron inadecuados.
Itard mismo llegó a creer que no podían superarse por completo los efectos del largo aislamiento y que probablemente Víctor ya estaba demasiado grande, en especial para aprender el lenguaje. Aunque la historia de Víctor no produce respuestas definitivas para las preguntas que Itard se propuso explorar, es importante, porque fue uno de los primeros intentos sistemáticos por estudiar el desarrollo infantil.
Desde la época de Víctor hemos aprendido mucho acerca de cómo se desarrollan los niños; sin embargo, los científicos del desarrollo siguen con el análisis de interrogantes tan fundamentales como la importancia relativa de la naturaleza y la crianza, y de cómo interactúan éstas entre sí. La historia de Víctor es un dramático recuento de los retos y complejidades del estudio científico del desarrollo en la infancia, en el cual estamos a punto de embarcarnos. En este capítulo de introducción: examinamos cómo ha avanzado el campo del desarrollo infantil; presentamos las metas y conceptos básicos de esta área en la actualidad; identificamos los aspectos del desarrollo y mostramos cómo se interrelacionan; resumimos los principales desarrollos durante cada periodo de la vida de un niño, y examinamos las influencias sobre el desarrollo y los contextos en los que ocurren.
Estudio del desarrollo infantil: entonces y ahora
El campo del desarrollo infantil se enfoca en el estudio científico de los procesos de cambio y estabilidad en los niños. Los científicos del desarrollo —personas que participan en el estudio profesional del desarrollo infantil— buscan la manera en que cambian los niños desde la concepción hasta la adolescencia, al igual que las características que continúan bastante estables. Los científicos del desarrollo estudian dos tipos de cambio: cuantitativo y cualitativo. El cambio cuantitativo es el relacionado con el número o la cantidad, como la estatura, el peso, la amplitud de vocabulario o la frecuencia de comunicación. El cambio cuantitativo es primordialmente continuo a lo largo de la infancia.
El cambio cualitativo es el relacionado con el tipo, estructura u organización. Este cambio es discontinuo; se identifica por el surgimiento de nuevos fenómenos que no se pueden anticipar con facilidad con base en el funcionamiento previo. Un ejemplo es el cambio de un niño no verbal a uno que comprende palabras y puede utilizarlas para comunicarse. Junto con este tipo de cambios, la mayoría de las personas muestran una estabilidad o constancia subyacente en aspectos de su personalidad y comportamiento. Por ejemplo, cerca de 10 a 15% de los niños son consistentemente tímidos y otro 10 a 15% son muy audaces.
Aunque diversas influencias pueden modificar estos rasgos, tienden a persistir en grado moderado, en especial en los niños situados en uno u otro extremo (véase capítulo 3). ¿Cuáles de estas características de un niño tienen mayor probabilidad de perdurar? ¿Cuáles tienen probabilidad de cambiar y por qué? Éstas son algunas de las preguntas que los científicos del desarrollo quieren responder.
Primeros enfoques
El estudio científico formal del desarrollo infantil es relativamente nuevo. En retrospectiva, podemos ver cambios espectaculares en las maneras de investigar el mundo infantil. Los precursores del estudio científico del desarrollo en la infancia fueron las biografías del bebé, diarios que se llevaban para registrar el desarrollo temprano de un solo niño. Un diario publicado en 1787 contenía las observaciones del filósofo alemán Dietrich Tiedemann (1787-1897) acerca del desarrollo sensorial, motor, de lenguaje y cognitivo de su hijo recién nacido. Un error típico, producto de la naturaleza especulativa de tales observaciones, fue la conclusión incorrecta de Tiedemann quien, luego de observar al lactante chupetear con más frecuencia un trozo de tela dulce atado alrededor del dedo de su nodriza, señaló que el chupeteo parecía ser “adquirido y no instintivo” (Murchison y Langer, 1927, p. 206).
Fue Charles Darwin, el creador de la teoría de la evolución, el primero en enfatizar la naturaleza de desarrollo del comportamiento infantil. En 1877, cuando pensaba que los seres humanos podrían comprenderse a sí mismos estudiando sus orígenes —como especie y como individuos—, Darwin publicó las notas acerca del desarrollo sensorial, cognitivo y emocional de su hijo Doddy durante sus primeros 12 meses de vida.
El diario de Darwin dio respetabilidad científica a las biografías del bebé; en las siguientes tres décadas se publicaron cerca de 30 biografías adicionales (Dennis, 1936).
La psicología del desarrollo se vuelve una ciencia
Para finales del siglo diecinueve, los diversos avances en el mundo occidental habían establecido la ruta para el estudio científico del desarrollo en la infancia. Los científicos habían desentrañado el misterio de la concepción y (como en el caso del niño salvaje d Aveyron) discutían la importancia relativa de la naturaleza y la crianza (características innatas e influencias externas).

El descubrimiento de los microbios y de la inmunización hizo posible que muchos más niños sobrevivieran a sus primeros años. Debido a la abundancia de mano de obra barata, los niños eran menos necesarios como trabajadores. Las leyes que les protegían de largas jornadas laborales les permitieron pasar más tiempo en la escuela, y los padres y maestros se preocuparon cada vez más por identificar y satisfacer las necesidades del desarrollo de los niños.
La nueva ciencia de la psicología enseñó que la gente podía comprenderse a sí misma al conocer qué le había influido durante su infancia. Aún así, esta nueva disciplina tenía un largo camino por recorrer. La adolescencia no se consideró como un periodo independiente del desarrollo hasta inicios del siglo veinte, cuando G. Stanley Hall, un pionero en el estudio de los niños, publicó su popular (aunque poco científico) libro Adolescencia (1904/1916). La fundación de institutos de investigación durante los decenios de 1930 y 1940 en universidades como las de Iowa, Minnesota, Columbia, Berkeley y Yale marcó el surgimiento de la psicología infantil como una verdadera ciencia con expertos capacitados profesionalmente. Los estudios longitudinales, como el estudio de etapas del desarrollo motor, realizado por Arnold Gesell (1929), proporcionaron información científica acerca de los avances que ocurren, de manera normal, en diversas edades. Otras investigaciones importantes que comenzaron alrededor de 1930 —como el Fels Research Institute Study, los Berkeley Growth and Guidance Studies y el Oakland (Adolescent) Growth Study [Estudio del Fels Research Institute, Estudios de crecimiento y orientación de Berkeley, y Estudio Oakland del crecimiento (adolescente)]— produjeron mucha información sobre el desarrollo a largo plazo. La figura 1-1 presenta un resumen, en orden histórico, de las ideas y contribuciones de algunos de los primeros pioneros en el estudio del desarrollo infantil. Casi desde el principio, la ciencia del desarrollo ha sido interdisciplinaria (Parke, 2004). En la actualidad, los estudiantes del desarrollo infantil obtienen la colaboración de un amplio rango de disciplinas que incluyen a la psicología, psiquiatría, sociología, antropología, biología, genética (el estudio de las características hereditarias), ciencia de la familia (el estudio interdisciplinario de las relaciones familiares), educación, historia y medicina. Este libro incluye los descubrimientos en todas estas áreas.
Estudio del ciclo vital
Los estudios sobre el ciclo vital en Estados Unidos tienen como origen los programas diseñados para dar seguimiento a los niños hasta que alcanzan la adultez. Uno de estos estudios, los Stanford Studies of Gifted Children (Estudios Stanford sobre niños dotados), que comenzaron en 1922 bajo la dirección de Lewis M. Terman, consistió en seguir hasta la vejez el desarrollo de un grupo de personas identificadas como inusualmente inteligentes cuando eran niños. Actualmente, el estudio del desarrollo infantil es parte de un área más amplia de desarrollo humano, que abarca el ciclo completo de vida del ser humano desde la concepción hasta la muerte. Aunque el crecimiento y el desarrollo son más obvios durante la infancia, ocurren a lo largo de toda la vida. De hecho, aspectos del desarrollo adulto, como el momento oportuno para ser padres, el empleo materno y la satisfacción matrimonial, tienen impacto en la manera en que se desarrollan los niños.
Nuevas fronteras
Aunque los niños han sido tema de interés del estudio científico durante más de 100 años, esta exploración está en continua evolución. Las preguntas hechas por los científicos del desarrollo, los métodos que emplean y las explicaciones que proponen son más complejos y más eclécticos de lo que eran incluso hace 25 años. Estas modificaciones reflejan el progreso en la comprensión, dado que las nuevas investigaciones se fundamentan en los estudios que se realizaron o incluso los ponen en duda. También reflejan el contexto cultural y tecnológico cambiante. Los instrumentos sensibles que miden movimientos oculares han revelado interesantes conexiones entre la atención visual del lactante y la inteligencia en la infancia. Las cámaras, videograbadoras y computadoras permiten que los investigadores exploren las expresiones faciales de los lactantes en busca de los primeros signos de emociones y que analicen cómo se comunican las madres con los bebés. Los avances en las imágenes cerebrales posibilitan sondear los misterios del temperamento e identificar las fuentes del pensamiento lógico. La distinción tradicional entre investigación básica (aquella emprendida puramente con el espíritu de la indagación intelectual) e investigación aplicada (aquella que atiende a un problema práctico) está perdiendo significado. Es cada vez más frecuente que los hallazgos de investigación tengan aplicación directa a la crianza, educación, salud y políticas sociales relacionadas con la infancia. Por ejemplo, los estudios sobre la comprensión de los preescolares acerca de la muerte les permiten a los adultos ayudar a un niño a lidiar con el proceso de duelo; la investigación sobre la memoria en la infancia puede ayudar a determinar la importancia concedida al testimonio de los niños ante los tribunales, y los análisis acerca de los factores que aumentan el riesgo de bajo peso al nacer, comportamiento antisocial y suicidio en la adolescencia pueden sugerir los modos de prevenir estos males.
Estudio del desarrollo infantil: conceptos básicos
Los procesos de cambio y estabilidad que estudian los científicos del desarrollo ocurren en tres dominios o aspectos del self y a lo largo de los cinco periodos que van de la etapa prenatal a la adolescencia.
Dominios del desarrollo
 Con propósitos de estudio, los científicos del desarrollo distinguen tres dominios: desarrollo físico, desarrollo cognitivo y desarrollo psicosocial. Sin embargo, en realidad estos dominios están interrelacionados (Diamond, 2007). El crecimiento del cuerpo y cerebro, el desarrollo de las capacidades sensoriales y de las habilidades motoras, y la salud forman parte del desarrollo físico e influyen otros aspectos del desarrollo. Por ejemplo, un niño que sufre infecciones frecuentes en los oídos quizá desarrolle el lenguaje de manera más lenta que un niño sin este problema físico. Durante la pubertad, los cambios fisiológicos y hormonales sustanciales afectan el desarrollo del sentido del self. El cambio y la estabilidad en las capacidades mentales, como el aprendizaje, memoria, lenguaje, pensamiento, razonamiento moral y creatividad, constituyen el desarrollo cognitivo. Los avances cognitivos se relacionan con el crecimiento físico, social y emocional. La capacidad para hablar depende del desarrollo físico de la boca y el cerebro. Un niño que tiene dificultad para expresarse en palabras puede producir reacciones negativas en los demás, lo cual afecta su popularidad y sentido de autoestima. El cambio y la estabilidad en personalidad, emociones y relaciones sociales constituyen el desarrollo psicosocial, y éste puede afectar el funcionamiento cognitivo y físico. La ansiedad relacionada con presentar un examen puede empeorar el desempeño. El apoyo social puede ayudar a los niños a lidiar con los efectos del estrés en la salud física y mental. Por otro lado, las capacidades físicas y cognitivas afectan el desarrollo psicosocial al contribuir a la autoestima y la aceptación social. Aunque analizaremos por separado el desarrollo físico, cognitivo y psicosocial, un niño es más que un montón de partes aisladas. El desarrollo es un proceso unificado. A lo largo de este texto destacaremos las relaciones entre los tres dominios del desarrollo.
Periodos del desarrollo
No existe un momento único y definible, en forma objetiva, en que un niño se convierta en adolescente o en que un adolescente se convierta en adulto. Por ende, el concepto de periodos del desarrollo es arbitrario y se adoptó con propósitos del discurso social. A esto se le denomina construcción social, que es una idea acerca de la naturaleza de la realidad que aceptan los miembros de una sociedad particular, en un momento específico, con base en percepciones o suposiciones subjetivas compartidas. De hecho, el concepto mismo de infancia se puede considerar como una construcción social. Cierta evidencia indica que los niños en tiempos antiguos eran considerados y tratados en mucho como adultos pequeños. Sin embargo, se ha puesto en duda esta sugerencia (Ariès, 1962; Elkind, 1986; Pollock, 1983). Los datos arqueológicos de la antigua Grecia demuestran que los niños jugaban con muñecos de arcilla y dados hechos con huesos de ovejas y cabras. La cerámica y las lápidas representan a los niños sentados en sillas altas y montando carros jalados por cabras (Mulrine, 2004). Como hemos mencionado, en las sociedades industriales el concepto de adolescencia es reciente. Hasta inicios del siglo veinte, los jóvenes en Estados Unidos eran considerados niños hasta que dejaban la escuela (a menudo bastante después de cumplir 13 años de edad), se casaban y tenían un empleo, e ingresaban al mundo adulto. Para el decenio de 1920, con el establecimiento de un sistema amplio de educación media y media superior que satisficiera las necesidades de una economía en crecimiento y con un número mayor de familias capaces de dar apoyo a la educación formal extensa de sus hijos, los años de la adolescencia se volvieron un periodo preciso del desarrollo (Keller, 1999). En algunas sociedades preindustriales, el concepto de adolescencia aún no existe. Por ejemplo, los indígenas Chippewa tienen sólo dos periodos en la infancia, del nacimiento hasta que el niño comienza a caminar y de ese momento hasta la pubertad. Lo que nosotros llamamos adolescencia es parte de la adultez (Broude, 1995), como ocurría en las sociedades occidentales antes de la industrialización.
En este libro seguimos la secuencia de cinco periodos generalmente aceptados en las sociedades industriales occidentales. Luego de examinar los cambios cruciales que ocurren en el primer periodo, antes del nacimiento, damos seguimiento al desarrollo físico, cognitivo y psicosocial a través de la lactancia, primera infancia, segunda infancia, tercera infancia y adolescencia (cuadro 1-1). De nuevo, estas divisiones por edad son aproximadas y arbitrarias.
Aunque existen diferencias individuales en la manera en que los niños lidian con los sucesos y temas característicos de cada periodo, los científicos del desarrollo sugieren que deben satisfacerse ciertas necesidades básicas y dominarse determinadas tareas para que ocurra el desarrollo normal. Por ejemplo, los lactantes dependen de los adultos para el alimento, vestido y refugio, al igual que para el contacto humano y el afecto; forman el apego hacia los padres y proveedores de cuidados, quienes también deben formar apegos hacia ellos.
Con el desarrollo del habla y de la locomoción propia, los infantes dependen más de sí mismos; necesitan afirmar su autonomía, pero también necesitan que los padres establezcan límites para su comportamiento. Durante la segunda infancia, los niños desarrollan más autocontrol y más interés en otros niños. Durante la tercera infancia, el control sobre la conducta cambia gradualmente de los padres al niño y el grupo de compañeros se vuelve cada vez más importante. Una de las principales tareas de la adolescencia es la búsqueda de identidad —personal, sexual y ocupacional—. A medida que los adolescentes adquieren madurez física, lidian con las necesidades y emociones conflictivas mientras se preparan para abandonar el nido paterno.
Influencias sobre el desarrollo
¿Qué hace que un niño resulte diferente de cualquier otro? Para averiguarlo, los estudiantes del desarrollo deben examinar los procesos universales del desarrollo que experimentan todos los niños y también las diferencias individuales, tanto en influencias sobre el desarrollo como en sus resultados. Los niños difieren en género, estatura, peso y complexión; salud y nivel de energía; inteligencia; temperamento; personalidad, y reacciones emocionales. Los contextos de sus vidas también difieren: los hogares, comunidades y sociedades en que habitan; las relaciones que tienen; los tipos de escuelas a las que asisten (si acaso asisten a la escuela), y en cómo ocupan su tiempo libre.
Herencia, ambiente y maduración
Algunas influencias sobre el desarrollo se originan principalmente con la herencia, los rasgos innatos o características heredadas de los padres biológicos. Otras influencias provienen principalmente del ambiente interno y externo, el mundo fuera del niño que comienza cuando está en el vientre y el aprendizaje que proviene de la experiencia —incluyendo la socialización, la inducción del niño al sistema de valores de la cultura. ¿Cuál de estos factores —herencia o ambiente— tiene más impacto sobre el desarrollo? Esta cuestión (dramatizada en nuestro Encuadre sobre el niño salvaje de Aveyron) alguna vez despertó intenso debate. Los teóricos diferían en cuanto a la importancia que daban a la naturaleza (herencia) y a la crianza (influencias ambientales tanto anteriores como posteriores al nacimiento).

En la actualidad, los científicos del área de la genética conductual han encontrado maneras de medir, con mayor precisión, el papel de la herencia y del ambiente en el desarrollo de rasgos específicos dentro de una población. No obstante, cuando se trata de un niño en particular, la investigación con respecto a casi todas las características indica una mezcla de herencia y experiencia.
De este modo, aunque la inteligencia tiene una fuerte afectación de la herencia, los factores ambientales como la estimulación parental, la educación y la influencia de los compañeros también influyen en este sentido. Aunque sigue la discusión sobre la importancia relativa de naturaleza y crianza, los teóricos e investigadores contemporáneos están más interesados en encontrar maneras de explicar cómo trabajan en conjunto. Muchos cambios típicos de la lactancia y primera infancia, como el surgimiento de las capacidades para caminar y hablar, están vinculados con la maduración del cuerpo y el cerebro —el desarrollo de una secuencia natural y universal de cambios físicos y conductuales, que incluye la disposición para dominar nuevas capacidades, como caminar y hablar—. Estos procesos de maduración, que se observan con mayor claridad en los primeros años, actúan en concierto con las influencias de la herencia y el ambiente. A medida que los niños llegan a la adolescencia y luego a la adultez, las diferencias individuales como las características innatas (herencia) y la experiencia vital (ambiente) tienen un papel cada vez mayor en cómo se adaptan las personas a las condiciones internas y externas en las que se encuentran. Incluso en los procesos madurativos que atraviesan todos los niños, las tasas y momentos específicos de desarrollo varían.
A lo largo de este libro, se tratan las edades promedio de ocurrencia de ciertos acontecimientos, como la primera palabra, los primeros pasos, la primera menstruación o polución nocturna, y el desarrollo del pensamiento lógico. Pero estas edades son únicamente promedios. Sólo cuando la desviación con respecto al promedio es extrema, se debe considerar que el desarrollo está excepcionalmente avanzado o demorado. Entonces, al tratar de comprender el desarrollo infantil, es necesario examinar las características hereditarias que son únicas para cada niño.
También se deben considerar los muchos factores ambientales o experienciales que afectan a los niños, en especial en contextos importantes, tales como la familia, el vecindario, el nivel socioeconómico, el origen étnico y la cultura. Se necesita considerar cómo interactúan herencia y ambiente; esto se analizará en el capítulo 3. Es necesario comprender qué desarrollos provienen principalmente de la maduración y cuáles están más sujetos a las diferencias individuales. También se requiere examinar las influencias que afectan a muchas, o la mayoría, de las personas a ciertas edades o en determinado momento de la historia, y también aquellas que afectan sólo a ciertos individuos. Por último, es preciso examinar la manera en que el momento oportuno puede acentuar el impacto de influencias específicas.
Contextos del desarrollo
Los seres humanos son seres sociales. Desde el principio se desarrollan dentro de un contexto social e histórico. Para un lactante, el contexto inmediato es normalmente su familia y la familia, a su vez, está sometida a las influencias más amplias y siempre cambiantes del vecindario, comunidad y sociedad.
Familia
La familia nuclear es una unidad de parentesco, relación económica y doméstica bigeneracional que incluye a uno o ambos padres y a sus hijos biológicos, adoptivos, hijastros, o todos ellos. En un sentido histórico, la familia nuclear con ambos padres ha sido la unidad familiar dominante en Estados Unidos y otras sociedades occidentales. Es típico que padres e hijos trabajen juntos en las granjas familiares. Sin embargo, en la actualidad las familias estadounidenses son urbanas, tienen menos hijos y, en muchas de ellas, ambos padres trabajan fuera de casa.
Los niños pasan gran parte de su tiempo en la escuela o guardería infantil. Los niños de padres divorciados quizá vivan con uno u otro progenitor o pasen de uno a otro constantemente. Es factible que el hogar incluya a un padrastro o madrastra y hermanastros o a la pareja de uno de los padres. Existe un número cada vez mayor de hogares con adultos solteros y sin hijos, padres que no están casados y parejas gay y lésbicas (Hernández, 1997, 2004; Teachman, Tedrow y Crowder, 2000). En muchas sociedades de Asia, África y Latinoamérica, y en algunas familias de Estados Unidos cuyo origen está en esos países, la familia extendida —una red de parentesco multigeneracional que incluye a los abuelos, tías, tíos, primos y familiares más distantes— es la forma tradicional de familia. Mucha gente, o la mayoría, vive en hogares de familia extendida, donde tienen contacto diario con sus parientes. Es frecuente que los adultos compartan la obtención del sustento y las responsabilidades de crianza infantil y que los niños se responsabilicen del cuidado de hermanos y hermanas menores. Con frecuencia, estos hogares están encabezados por mujeres (Aaron, Parker, Ortega y Calhoun, 1999; Johnson et al., 2003). En la actualidad, un hogar de familia extendida ya es menos común en los países en desarrollo debido a la industrialización y la migración a centros urbanos (Brown, 1990; Gorman, 1993).
Nivel socioeconómico y vecindario
El nivel socioeconómico (NSE) incluye el ingreso, la educación y la ocupación. A lo largo del texto examinaremos muchos estudios que relacionan el NSE con los procesos del desarrollo (como las interacciones verbales de la madre con sus hijos) y los resultados del desarrollo (como salud y desempeño cognitivo; cuadro 1-2). El NSE afecta de manera indirecta estos resultados por medio de factores asociados, como el tipo de hogar y vecindario en que viven los niños, al igual que la calidad de la nutrición, atención médica, supervisión, instrucción escolar y otras oportunidades disponibles para ellos. La pobreza, en especial si es duradera, resulta dañina para el bienestar físico, cognitivo y psicosocial de los niños y sus familias. Los niños pobres tienen mayor probabilidad de presentar problemas emocionales y conductuales, y su potencial cognitivo y desempeño escolar sufren aún más (Evans, 2004). El daño que causa la pobreza puede ser indirecto, por medio de su impacto sobre el estado emocional y prácticas de crianza infantil de los padres y por el ambiente que éstos producen en el hogar (véase capítulo 14).
Las amenazas contra el bienestar se multiplican si, como sucede a veces, coexisten varios factores de riesgo —condiciones que aumentan la probabilidad de resultados negativos—. Los niños de familias más adineradas también pueden estar en riesgo. Debido a que los padres se encuentran ocupados, presionan a los niños a alcanzar logros. Además, con frecuencia los dejan solos y, por tal motivo, estos niños pueden tener elevadas tasas de abuso de sustancias, ansiedad y depresión (Luthar y Latendresse, 2005). La composición de una comunidad afecta los resultados que alcanzan los niños. Vivir en una comunidad pobre con gran número de personas desempleadas o que viven de la beneficencia del Estado hace menos probable que esté disponible un apoyo social efectivo (Black y Krishnakumar, 1998). Aún así, la capacidad de reacción de individuos, tales como Oprah Winfrey y el ex presidente Bill Clinton, que salieron de la pobreza y privación para alcanzar grandes logros, muestra que el desarrollo positivo puede ocurrir a pesar de graves factores de riesgo (Kim-Cohen, Moffitt, Caspi y Taylor, 2004).
Cultura y raza/origen étnico
En la actualidad, los investigadores están más atentos a las diferencias culturales y étnicas que en el pasado. Sin embargo, es difícil presentar una imagen realmente amplia de estas diferencias, en parte debido a que las minorías siguen teniendo poca representación en la investigación sobre el desarrollo y en parte debido a las complicaciones para definir las identidades culturales y étnicas. Cultura se refiere al modo total de vida de una sociedad o grupo, que incluye costumbres, tradiciones, creencias, valores, lenguaje y productos físicos, desde herramientas hasta obras artísticas; es decir, todas las conductas y actitudes aprendidas, compartidas y transmitidas entre los miembros de un grupo social.
La cultura cambia constantemente, a menudo mediante el contacto con otras culturas. Por ejemplo, actualmente la música estadounidense se escucha en todo el mundo. Un grupo étnico está formado por personas que están unidas por una cultura, origen ancestral, religión, idioma, origen nacional, o todas las anteriores, que contribuyen a un sentido de identidad y actitudes, creencias y valores compartidos. Los patrones étnicos y culturales afectan el desarrollo infantil por su influencia sobre la composición del hogar, sus recursos económicos y sociales, la manera en que los miembros actúan entre sí, los alimentos que comen, los juegos que practican los niños, la manera en que aprenden, qué tan buen desempeño tienen en la escuela, las ocupaciones en las que participan los adultos y la manera en que los miembros de la comunidad piensan y perciben al mundo.
Por ejemplo, los hijos de inmigrantes en Estados Unidos tienen una probabilidad dos veces mayor de vivir con familias extendidas y al mismo tiempo menor probabilidad de tener madres que trabajen fuera del hogar, en comparación con los niños de familias originales de ese país (Hernández, 2004; Shields y Behrman, 2004). Sin embargo, con el tiempo los grupos de inmigrantes o minoritarios tienden a aculturarse, o adaptarse, al aprender el idioma, costumbres y actitudes necesarios para tener éxito en la cultura dominante, al mismo tiempo que intentan preservar sus prácticas y valores culturales (Johnson et al., 2003). Estados Unidos siempre ha sido un país de inmigrantes y grupos étnicos, pero los orígenes étnicos de las poblaciones de inmigrantes han cambiado de Europa y Canadá a Asia y Latinoamérica (Hernández, 2004). En 2003, 31% de la población de Estados Unidos pertenecía a una minoría étnica —afroestadounidenses, hispanos, indígenas estadounidenses o asiáticos y originarios de las Islas del Pacífico—, lo cual revela que se triplicó la cifra con respecto al decenio de 1930 (U.S. Census Bureau, 1930, 2003). Se proyecta que aproximadamente para el año 2040 la población minoritaria represente el 50%.
Lo que es más, existe una amplia diversidad dentro de los grupos étnicos. La “mayoría blanca” descendiente de europeos está formada por muchos orígenes étnicos diferentes: alemanes, belgas, irlandeses, franceses, italianos y demás. Los cubanoestadounidenses, portorriqueños y mexicoestadounidenses —todos ellos hispanoestadounidenses— tienen diferentes historias y culturas (Johnson et al., 2003; Sternberg, Grigorenko y Kidd, 2005). Los afroestadounidenses de las áreas rurales del sur de Estados Unidos difieren de aquellos de orígenes caribeños. Los asiáticos estadounidenses provienen de una diversidad de países con diferentes culturas, desde el moderno e industrializado Japón hasta la China comunista y las remotas montañas de Nepal, donde mucha gente aún practica sus an tiguos modos de vida. Los indígenas estadounidenses provienen de cientos de naciones, tribus, grupos y pueblos reconocidos.
En la actualidad, la mayoría de los académicos piensan que el término raza, que en sentido histórico y popular se considera como una categoría biológica identificable, es un constructo social. No existe consenso científico claro acerca de su definición y es imposible medirla confiablemente (American Academy of Pediatrics Committee on Pediatric Research, 2000; Bonham, Warshauer-Barker y Collins, 2005; Helms, Jernigan y Mascher, 2005; Lin y Kelsey, 2000; Smedley y Smedley, 2005; Sternberg et al., 2005). La variación genética humana ocurre a lo largo de un amplio continuo y 90% de tales variaciones suceden dentro, más que entre razas socialmente definidas (Bonham et al., 2005; Ossorio y Duster, 2005).
Sin embargo, la raza es una categoría social que es un factor en la investigación porque establece una diferencia en “cómo se trata a los individuos, dónde viven, sus oportunidades de empleo, la calidad de su atención médica y si pueden participar con plenitud” en su sociedad (Smedley y Smedley, 2005, p. 23). Las categorías de cultura, raza y origen étnico son fluidas (Bonham et al., 2005; Sternberg et al., 2004), “y se les moldea y redefine continuamente por medio de las fuerzas sociales y políticas” (Fisher et al., 2002, p. 1026). La dispersión geográfica y los matrimonios interraciales, junto con la adaptación a las variadas condiciones locales, han producido una enorme heterogeneidad en las características físicas y culturales dentro de las poblaciones (Smedley y Smedley, 2005; Sternberg et al., 2005). En consecuencia, una persona como el campeón de golf Tiger Woods, quien tiene un padre negro y una madre asiaticoestadounidense, quizá se encuentren dentro de más de una categoría racial/étnica y ocurre que en diferentes ocasiones se les llega a identificar más con una u otra de dichas categorías (Hitlin, Brown y Elder, 2006; Lin y Kelsey, 2000). Un término como negro o hispano puede ser una glosa étnica: una sobregeneralización que oscurece o confunde tales variaciones (Parke, 2004; Trimble y Dickson, 2005).
Contexto histórico
En cierta época, los científicos del desarrollo prestaron poca atención al contexto histórico, el periodo en el que la gente vive y crece. Después, a medida que los primeros estudios longitudinales de la infancia se extendieron a los años adultos, los investigadores comenzaron a enfocarse en la manera en que ciertas experiencias, vinculadas con el tiempo y el lugar, afectan el curso de las vidas de los niños. Por ejemplo, la muestra de Terman llegó a la adultez en el decenio de 1930 durante la Gran Depresión; la muestra Oakland, durante la Segunda Guerra Mundial (apartado 1-1) y la muestra Berkeley, alrededor de 1950, en el periodo de auge económico de la posguerra. ¿Qué significaba ser niño durante cada uno de esos periodos? ¿Llegar a la adolescencia? ¿Volverse un adulto? Las respuestas difieren de maneras específicas e importantes. Ahora, como analizaremos en la siguiente sección, el contexto histórico es una parte importante del estudio del desarrollo.
Influencias normativas y no normativas
Para comprender las semejanzas y diferencias en el desarrollo, debemos examinar las influencias normativas —aquellas que intervienen en muchas o la mayoría de las personas— y aquellas que afectan sólo a ciertos individuos. Las influencias normativas graduadas por la edad son sumamente similares para la gente en un grupo etario particular. Incluyen sucesos biológicos (como la pubertad) y sucesos sociales (como el ingreso a la educación formal).
El momento de ocurrencia de los eventos biológicos es fijo, dentro de un rango normal (los niños no experimentan la pubertad a los 3 años de edad). El momento de ocurrencia de los eventos sociales es más flexible y varía en diferentes tiempos y lugares, dentro de los límites madurativos. En general, los niños en las sociedades occidentales industrializadas comienzan su educación formal alrededor de los 5 o 6 años pero, en algunos países en desarrollo, la instrucción escolar comienza mucho después, si es que acaso se da. Las influencias normativas graduadas por la historia son los acontecimientos significativos (como la Gran Depresión o la Segunda Guerra Mundial) que moldean el compor tamiento y actitudes de una generación histórica, es decir, de un grupo de personas que experimentan el acontecimiento durante los años formativos de sus vidas.
Por ejemplo, las generaciones que crecieron durante la Depresión y la Segunda Guerra Mundial tienden a mostrar un mayor sentido de interdependencia social y confianza, el cual ha declinado entre las generaciones más recientes (Rogler, 2002). Dependiendo de cuándo y dónde hayan vivido, es posible que generaciones enteras sientan el impacto de hambrunas, explosiones nucleares o ataques terroristas. En los países occidentales, los avances de la medicina, al igual que las mejorías en nutrición e higiene, han reducido, de manera espectacular, la mortalidad entre lactantes y niños. En la actualidad, a medida que los niños crecen, son influidos por las computadoras, televisión digital, Internet y otros avances tecnológicos. Los cambios sociales, como el aumento en el empleo materno, han alterado en gran medida la vida familiar. Una generación histórica no es lo mismo que una cohorte por edad, ya que esta última es un grupo de personas nacidas aproximadamente al mismo tiempo; en cambio, una generación histórica puede contener a más de una cohorte. Cabe señalar que no todas las cohortes son parte de generaciones históricas, a menos que experimenten sucesos moldeadores importantes en un punto formativo de sus vidas (Rogler, 2002). Las influencias no normativas son sucesos inusuales que tienen un impacto importante en las vidas de los individuos y que pueden causar estrés debido a que son inesperados. Son acontecimientos típicos que ocurren en un momento atípico de la vida (como el matrimonio en la adolescencia o la muerte de uno de los padres cuando el niño es pequeño) o acontecimientos atípicos (como tener un defecto de nacimiento o estar en un accidente aéreo). Por supuesto, también pueden ser sucesos felices (como ganarse la lotería). Las personas jóvenes pueden ayudar a crear sucesos vitales no normativos —digamos, al manejar después de tomar alcohol o al solicitar una beca— y con ello participar activamente en su propio desarrollo.
¿Existe un periodo crítico para la adquisición del lenguaje?
En 1970 se descubrió en un suburbio de Los Ángeles a una niña de 13 años llamada Genie (no es su nombre real) (Curtiss, 1977; Fromkin, Krashen, Curtiss, Rigler y Rigler, 1974; Pines, 1981; Rymer, 1993). Víctima de un padre abusivo, se le había confinado durante cerca de 12 años a una pequeña habitación en la casa paterna, atada a una silla retrete y alejada de todo contacto humano normal. Pesaba sólo 27 kilogramos, no podía estirar brazos o piernas, no podía masticar, no tenía control de esfínteres y no hablaba. Reconocía sólo su propio nombre y la palabra perdón. Sólo 3 años antes, Eric Lenneberg (1967, 1969) había propuesto que existe un periodo crítico para la adquisición del lenguaje, que comienza en la temprana lactancia y termina cerca de la pubertad. Lenneberg afirmaba que sería difícil, si no es que hasta imposible, que un niño que no adquirió el lenguaje, pudiera hacerlo después de esa edad.
El descubrimiento de Genie ofreció la oportunidad para poner a prueba la hipótesis de Lenneberg. ¿Se podía enseñar a Genie a hablar o ya era demasiado tarde? Los National Institutes of Mental Health (NIMH; Institutos nacionales de salud mental) financiaron un estudio y una serie de investigadores asumieron el cuidado de Genie y le aplicaron intensas pruebas y entrenamiento en lenguaje. El progreso de Genie durante los siguientes años (antes de que el NIMH retirara los fondos y que la madre recuperara la custodia de la niña e impidiera todo contacto con los profesionales que le estaban enseñando) pone en duda y sustenta al mismo tiempo la idea de un periodo crítico para la adquisición del lenguaje. Genie aprendió algunas palabras sencillas y podía unirlas para formar oraciones primitivas, pero gobernadas por reglas. También aprendió los fundamentos del lenguaje de señas. Sin embargo, nunca pudo emplear el lenguaje de manera normal y “su discurso recordaba, en su mayoría, una especie de telegrama distorsionado” (Pines, 1981, p. 29). Cuando su madre, incapaz de cuidar de ella, la dejó en manos de una serie de hogares sustitutos donde sufrió abusos, la niña tuvo una regresión a un silencio total. Los estudios de caso como el de Genie y Víctor, el niño salvaje de Aveyron, destacan dramáticamente la dificultad para adquirir el lenguaje después de los primeros años de vida, pero debido a que existen tantos factores complejos, no es posible hacer juicios concluyentes sobre si tal adquisición es posible. Debido a la plasticidad cerebral, algunos investigadores consideran que los años previos a la pubertad son un periodo sensible, más que crítico, para la adquisición del lenguaje (Newport, Bavelier y Neville, 2001; Schumann, 1997).
La investigación con imágenes cerebrales ha encontrado que incluso si las partes del cerebro más adecuadas para el procesamiento del lenguaje se dañan en la temprana infancia, el desarrollo casi normal del lenguaje puede continuar a medida que otras partes del cerebro asumen ese papel (Boatman et al., 1999; Hertz-Pannier et al., 2002; M. H. Johnson, 1998). De hecho, durante todo el curso del aprendizaje normal del lenguaje ocurren cambios en organización y utilización cerebral (M. H. Johnson, 1998; Neville y Bavelier, 1998). Los neurocientíficos también han observado diferentes patrones de actividad cerebral durante el procesamiento del lenguaje entre personas que aprendieron el Lenguaje Americano de Señas (ASL, por siglas en inglés) como lengua materna y aquellos que lo aprendieron como segunda lengua después de la pubertad (Newman, Bavelier, Corina, Jezzard y Neville, 2002). Otras investigaciones se han enfocado en un periodo crítico más breve al inicio de la vida. En algún momento entre los seis y 12 meses, los bebés comienzan normalmente a “especializarse” en la percepción de los sonidos de su lengua materna y a perder la capacidad para percibir los sonidos de otros idiomas. En un estudio (Kuhl, Conboy, Padden, Nelson y Pruitt, 2005; véase capítulo 7), los lactantes que a los siete meses ya habían desarrollado esta percepción fonética especializada, mostraron capacidades más avanzadas de lenguaje dos años después que los niños de siete meses de edad que podían discriminar mejor los sonidos no nativos. Como sugieren los investigadores, esta investigación quizá señale a un periodo crítico en la percepción fonética: si los lactantes no comienzan a enfocarse, de manera exclusiva, en los sonidos de su lengua materna durante ese periodo, su desarrollo del lenguaje se vuelve más lento. Esto quizá explique por qué en la adultez el aprendizaje de una segunda lengua no es tan fácil como en la temprana infancia (Newport, 1991). Si existe un periodo crítico o sensible para el aprendizaje del lenguaje, ¿entonces qué lo explica? ¿Los mecanismos cerebrales para la adquisición del lenguaje se deterioran a medida que el cerebro madura?
Eso parecería extraño, dado que otras capacidades cognitivas mejoran. Una hipótesis alternativa es que este mismo incremento en complejidad cognitiva interfiere con la capacidad del adolescente o adulto para aprender un idioma. Los niños pequeños adquieren el lenguaje en pequeños trozos que pueden digerirse con facilidad. Cuando comienzan a aprender un lenguaje, los aprendices mayores tienden a absorber una gran cantidad a la vez y quizá tengan problemas para analizarla e interpretarla (Newport, 1991).
¿Cuál es su punto de vista ? ¿Encuentra cualquier problema ético en los estudios sobre Genie y Víctor? ¿El conocimiento adquirido de tales estudios justifica cualquier daño causado a los individuos involucrados?
Resumen y términos clave
Estudio del desarrollo infantil: entonces y ahora Indicador
 1 ¿Qué es el desarrollo infantil y cómo ha evolucionado su estudio?
• El desarrollo infantil como campo de estudio científico se enfoca en los procesos de cambio y estabilidad desde la concepción hasta la adolescencia.
• El estudio científico del desarrollo infantil comenzó hacia finales del siglo diecinueve.
La adolescencia no fue considerada una fase independiente del desarrollo sino hasta principios del siglo veinte. El campo del desarrollo infantil ahora forma parte del estudio del ciclo vital completo o desarrollo humano.
•Las maneras de estudiar el desarrollo infantil siguen en evolución y emplean tecnologías avanzadas.
• La distinción entre investigación básica y aplicada se ha vuelto menos importante.
• Los científicos del desarrollo estudian el cambio del desarrollo, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, al igual que la estabilidad de la personalidad y el comportamiento.
Estudio del desarrollo infantil: conceptos básicos Indicador 2
¿Qué estudian los científicos del desarrollo?
• Los tres principales dominios o aspectos del desarrollo que estudian los científicos del desarrollo son el físico, el cognitivo y el psicosocial. Cada uno afecta a los demás.
• El concepto de periodos del desarrollo es una construcción social.
En este libro, el desarrollo infantil se divide en cinco periodos: prenatal, lactancia y primera infancia, segunda infancia, tercera infancia, y adolescencia. En cada periodo los niños tienen necesidades y tareas características del desarrollo.
Indicador 3 ¿Qué tipos de influencia hacen que un niño sea diferente a otro?
• Las influencias sobre el desarrollo provienen tanto de la herencia como del ambiente. Muchos cambios típicos de la infancia se relacionan con la maduración. Las diferencias individuales aumentan con la edad. • En algunas sociedades predomina la familia nuclear, en otras predomina la familia extendida.
• El nivel socioeconómico (NSE) afecta los procesos y resultados del desarrollo como consecuencia de la calidad de los ambientes en el hogar y vecindario, y de la nutrición, atención médica, supervisión e instrucción escolar. Las influencias más poderosas del vecindario parecen ser el ingreso y el capital humano. Múltiples factores de riesgo aumentan la probabilidad de resultados pobres.
• Otras influencias ambientales importantes se derivan de la cultura, origen étnico y contexto histórico. En las sociedades multiétnicas es frecuente que los grupos de inmigrantes presenten una aculturación al grupo mayoritario al mismo tiempo que preservan aspectos de su cultura propia.
• Las influencias pueden ser normativas (graduadas por edad o graduadas por la historia) o no normativas.
• Existe fuerte evidencia de periodos críticos o sensibles para ciertos tipos de desarrollos tempranos.

El mundo de los niños: ¿cómo lo descubrimos? Existe una cosa aún más vital para la ciencia que los métodos inteligentes; y se refiere al sincero deseo por encontrar la verdad, cualquiera que sea

Capítulo 2. El mundo de los niños: ¿cómo lo descubrimos?
Existe una cosa aún más vital para la ciencia que los métodos inteligentes; y se refiere al sincero deseo por encontrar la verdad, cualquiera que sea

Cuestiones teóricas básicas
Los científicos del desarrollo han propuesto un sinfín de teorías acerca de la manera en que se desarrollan los niños. Una teoría es un conjunto de conceptos o afirmaciones lógicamente relacionados que buscan describir y explicar el desarrollo. Además, ayudan a predecir qué tipos de comportamientos pueden suceder bajo ciertas condiciones.
Las teorías organizan y explican datos; es decir, la información que se recopila por medio de la investigación. Las teorías también generan hipótesis, explicaciones o predicciones tentativas que pueden someterse a prueba por medio de investigaciones adicionales. Las teorías cambian para incorporar los hallazgos nuevos. En ciertas ocasiones, la investigación sustenta la hipótesis y la teoría sobre la que se basa, pero otras veces (como en el caso de los hallazgos de Mead, que desafiaban la inevitabilidad de la rebeldía adolescente) es necesario que los científicos modifiquen sus teorías, con el fin de dar cuenta de estos datos inesperados. A menudo, los hallazgos de investigación sugieren hipótesis adicionales a comprobarse y proporcionan una guía para lidiar con cuestiones prácticas. La manera en que los teóricos explican el desarrollo depende, en parte, de la manera en que conceptúan dos cuestiones básicas:
1) si los niños son activos o pasivos en su desarrollo, y
2) si el desarrollo es continuo o sucede en etapas. Existe una tercera cuestión: si el desarrollo tiene mayor influencia de la herencia o del ambiente.
Cuestión 1: ¿Los niños son activos o pasivos en su desarrollo? ¿Los niños son activos o pasivos en su desarrollo?
Esta controversia data del siglo dieciocho. El filósofo inglés John Locke sostenía que un niño pequeño es una tabula rasa (una “pizarra en blanco”) sobre la que “escribía” la sociedad. En contraste, el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau creía que los niños nacían como “buenos salvajes” que se desarrollaban según sus propias tendencias naturales positivas a menos de que se vieran corrompidos por la sociedad. Ahora sabemos que ambos conceptos son demasiado simplistas. Los niños tienen pulsiones y necesidades internas propias que influyen su desarrollo; pero también son animales sociales que no se pueden desarrollar de manera óptima en el aislamiento.
El debate entre las filosofías de Locke y Rousseau condujo a dos modelos o imágenes contrastantes del desarrollo humano: mecanicista y organísmico. La postura de Locke fue el antecedente del modelo mecanicista del desarrollo. En este modelo, las personas son como máquinas que reaccionan ante las contribuciones del ambiente (Pepper, 1942/1961). Si sabemos lo suficiente acerca de la manera en que se conforma la “máquina” humana y acerca de las fuerzas internas y externas que actúan sobre la misma, es posible predecir lo que una persona hará. La investigación mecanicista busca identificar los factores que hacen que las personas se comporten de la manera en que lo hacen.
Por ejemplo, para expli car por qué algunos estudiantes universitarios ingieren un exceso de bebidas alcohólicas, un teórico mecanicista podría tratar de encontrar las influencias ambientales, tales como la publicidad y si es que las amistades del estudiante también beben demasiado. Las ideas de Rousseau fueron las precursoras del modelo organísmico del desarrollo. Este modelo considera que las personas son organismos activos en crecimiento que activan su propio desarrollo (Pepper, 1942/1961); esto es, inician eventos, no sólo reaccionan. El ímpetu de cambio es interno. Las influencias ambientales no causan el desarrollo, ni pueden acelerarlo o retrasarlo.
Debido a que la conducta humana es un todo orgánico, no es posible predecirla mediante su descomposición en respuestas sencillas a la estimulación ambiental. Un teórico organísmico, al estudiar las razones por las que algunos estudiantes beben demasiado, probablemente analizaría los tipos de situaciones en las que eligen participar y con quiénes. ¿Eligen amigos a quienes les gustan las fiestas o a aquellos más estudiosos?
Cuestión 2: ¿El desarrollo es continuo o sucede en etapas?
Los modelos mecanicista y organísmico también difieren en cuanto a la segunda cuestión: ¿el desarrollo es continuo o sucede en etapas? Los teóricos mecanicistas consideran que el desarrollo es continuo, como caminar o gatear por una rampa (véase figura 2-1). Estos teóricos describen el desarrollo como gobernado, en forma consistente, por los mismos procesos subyacentes, lo que permite la predicción de comportamientos posteriores a partir de los anteriores. Estos teóricos se enfocan en el cambio cuantitativo: por ejemplo, los cambios en la frecuencia con la que se emite una respuesta, más que los cambios en el tipo de respuesta. Los teóricos organísmicos enfatizan el cambio cualitativo. Consideran que el desarrollo sucede en una serie de etapas bien diferenciadas, como los peldaños de una escalera. En cada etapa, las personas se enfrentan a diferentes tipos de problemas y desarrollan capacidades distintas. Cada etapa complementa a la anterior y prepara el camino para la siguiente.
Un equilibrio variable
A medida que ha evolucionado el estudio del desarrollo infantil, los modelos mecanicista y organísmico han variado en cuanto a la influencia que ejercen (Parke, Ornstein, Rieser y Zahn-Waxler, 1994). La mayoría de los primeros pioneros teóricos, incluyendo a Sigmund Freud, Erik Erikson y Jean Piaget, favorecían los enfoques organísmicos o de etapas. La perspectiva mecanicista adquirió auge durante la década de 1960, debido a la popularidad de las teorías del aprendizaje derivadas del trabajo de John B. Watson. (En la siguiente sección se discutirán todos estos teóricos.) En la actualidad, gran parte de la atención teórica y de investigación se centra en las bases biológicas y evolutivas de la conducta.
En lugar de tratar de encontrar etapas generales, los científicos del desarrollo buscan descubrir qué tipos específicos de comportamiento muestran continuidad o falta de la misma y qué procesos están involucrados en cada uno. En lugar de debatir acerca del desarrollo pasivo versus activo, a menudo encuentran que las influencias son bidireccionales: las personas cambian a su mundo al tiempo que éste las modifica a ellas. Es probable que una bebé nacida con una disposición alegre obtenga reacciones positivas de parte de los adultos, lo que fortalece su confianza en que sus sonrisas serán recompensadas y la motiva a sonreír aún más. A medida que los niños crecen, sus tendencias naturales los conducen a elegir o iniciar actividades, las cuales desarrollan dichas tendencias aún más; por ejemplo, estudiar algún instrumento musical.
Perspectivas teóricas
A pesar del creciente consenso acerca de las cuestiones básicas que acabamos de discutir, muchos investigadores conceptúan al desarrollo a partir de perspectivas teóricas distintas. En general, las teorías caen dentro de estas perspectivas generales, cada una de las cuales se centra en aspectos diferentes del desarrollo. Estas perspectivas influyen en las preguntas que los investigadores plantean, los métodos que utilizan y las formas en que interpretan los datos. Por ende, a fin de evaluar e interpretar una investigación, es importante reconocer la perspectiva teórica sobre la cual se fundamenta. Existen cinco perspectivas importantes (resumidas en el cuadro 2-1) en las cuales subyace gran parte de la teoría e investigación influyente en desarrollo infantil:
1) psicoanalítica, que se centra en las emociones y pulsiones inconscientes;
2) del aprendizaje, que estudia la conducta observable;
3) cognitiva, que analiza los procesos de pensamiento;
4) contextual, que destaca el impacto del contexto histórico, social y cultural, y
5) evolutiva/sociobiológica, que considera las cimentaciones evolutivas y biológicas del comportamiento.
Perspectiva 1: psicoanalítica
La perspectiva psicoanalítica define al desarrollo como moldeado por fuerzas inconscientes que motivan la conducta humana. Sigmund Freud (1856-1939), un médico vienés, desarrolló el psicoanálisis, un enfoque terapéutico dirigido a fomentar el discernimiento de los conflictos emocionales inconscientes de los pacientes. Otros teóricos y profesionales, incluyendo a Erik H. Erikson, han expandido y modificado la perspectiva psicoanalítica.
Sigmund Freud: desarrollo psicosexual
Freud (1953, 1964a, 1964b) creía que las personas nacen con pulsiones biológicas que deben redirigirse para hacer posible que vivan dentro de una sociedad. Al hacerles a sus pacientes preguntas diseñadas para evocar recuerdos sepultados por largo tiempo, Freud llegó a la conclusión de que los orígenes de las alteraciones emocionales provenían de las experiencias traumáticas reprimidas de la temprana infancia. Freud propuso tres instancias hipotéticas de la personalidad —el ello, el yo y el súper yo— que se desarrollan al inicio de la vida. Los recién nacidos están gobernados por el ello, la sede de las pulsiones instintivas inconscientes, que busca la gratificación inmediata bajo el principio del placer.
Cuando hay una demora en la gratificación, como en el caso en que los lactantes tienen que esperar antes de que se les alimente, empiezan a verse como separados del mundo exterior. El súper yo, que se desarrolla alrededor de los cinco o seis años de edad, contiene la conciencia; incorpora los “deberías” y los “no deberías” socialmente aprobados dentro del sistema de valores del niño.
El súper yo es demandante en extremo; si sus demandas no se satisfacen, es posible que el niño se sienta culpable o ansioso. El yo, en sí mismo consciente, se desarrolla de manera gradual a partir del primer año de vida aproximadamente y opera bajo el principio de la realidad. La meta del yo es encontrar maneras razonablemente realistas de gratificar al ello, y que también sean aceptables para el súper yo. Freud propuso que la personalidad se forma a partir de los conflictos inconscientes entre los impulsos innatos del ello y las exigencias de la vida civilizada. Estos conflictos suceden dentro de una secuencia invariable de cinco etapas de desarrollo psicosexual basadas en la maduración (cuadro 2-2), en las que el placer cambia de una zona del cuerpo a otra —de la boca al ano y, después, a los genitales—. Durante cada una de estas etapas, cambia la conducta que representa la fuente principal de gratificación (o frustración); así, se pasa de la alimentación a la eliminación y, después, a la actividad sexual. Freud consideraba que las primeras tres etapas —aquellas dentro de los primeros cinco o seis años de edad— eran esenciales para el desarrollo de la personalidad. Sugirió que si los niños recibían gratificación de más o de menos durante cualquiera de estas etapas, se encontraban en riesgo de fijación —un estancamiento del desarrollo que puede afectar a la personalidad adulta—.
Los bebés cuyas necesidades no se satisfacen durante la etapa oral, cuando la alimentación es la fuente principal de placer, pueden convertirse en mordedores de uñas o desarrollar personalidades críticas “mordaces”. Una persona que, durante su primera infancia, recibió un entrenamiento de esfínteres demasiado estricto puede fijarse en la etapa anal. Es posible que este tipo de persona sea obsesivamente limpia, rígidamente aferrada a horarios o rutinas, o bien ser rebeldemente desordenada. Según Freud, un suceso clave del desarrollo psicosexual tiene lugar durante la etapa fálica de la segunda infancia, misma que se centra en los genitales. Los niños descubren las diferencias físicas entre hombres y mujeres. Los niños desarrollan un deseo sexual por sus madres y presentan impulsos agresivos hacia sus padres, a quienes temen y consideran como rivales a un mismo tiempo. Freud llamó complejo de Edipo a este suceso. Las niñas, según Freud, experimentan envidia del pene, el deseo reprimido por poseer un pene y el poder que representa.




A la larga, los niños resuelven su ansiedad en cuanto a estos sentimientos mediante la identificación con el progenitor del mismo sexo y pasan a la etapa de latencia de la tercera infancia, un periodo de relativa calma emocional y de exploración intelectual y social. Redirigen sus energías sexuales hacia otros intereses, tales como trabajo escolar, desarrollo de habilidades, relaciones y pasatiempos. La etapa genital, la final, dura hasta la adultez.
Los impulsos sexuales reprimidos durante la latencia ahora resurgen para dirigirse por vías socialmente aprobadas, que Freud definió como relaciones heterosexuales con personas fuera de la familia de origen. La teoría de Freud realizó contribuciones históricas e inspiró una generación completa de seguidores, algunos de los cuales llevaron a la teoría psicoanalítica hacia direcciones nuevas.
De manera extensa, algunas de las ideas de Freud, tales como sus nociones acerca del complejo de Edipo y de la envidia del pene, se consideran obsoletas en la actualidad. Otras, como los conceptos del ello y el súper yo, no pueden comprobarse de manera empírica. Aunque Freud abrió nuestros ojos a la importancia de los impulsos sexuales tempranos, muchos psicoanalistas actuales rechazan su estrecho énfasis en las pulsiones sexuales y agresivas a exclusión de otros motivos. No obstante, muchos de sus temas centrales han sobrevivido al paso del tiempo (Westen, 1998, p. 334).
Freud nos hizo percatarnos de la importancia de los pensamientos, sentimientos y motivaciones inconscientes; de la ambivalencia de las respuestas emocionales, en especial nuestras respuestas ante nuestros padres; del papel de las representaciones mentales del sí mismo y de los demás en el establecimiento de las relaciones íntimas, y de la vía del desarrollo normal de un estado inmaduro y dependiente a uno maduro e interdependiente. En todas estas maneras, Freud ha dejado una marca indeleble en el psicoanálisis y en la psicología del desarrollo (Westen, 1998). Es necesario que recordemos que la teoría de Freud surgió de su lugar en la historia y en la sociedad. Freud no basó sus teorías acerca del desarrollo normal en una población de niños promedio, sino en una clientela de adultos de clase media, principalmente mujeres, bajo terapia. Su concentración en las influencias de los impulsos sexuales y de la experiencia temprana no tomó en cuenta influencias diferentes, y posteriores, sobre la personalidad, incluyendo las influencias de la sociedad y de la cultura, que enfatizan muchos de los herederos de la tradición freudiana, como Erik Erikson.
Erik Erikson: desarrollo psicosocial
Erik Erikson (1902-1994), psicoanalista nacido en Alemania y originalmente perteneciente al círculo de Freud en Viena, modificó y amplió la teoría freudiana al enfatizar la influencia de la sociedad sobre la personalidad en desarrollo. Erikson fue pionero de la perspectiva del ciclo vital. Mientras que Freud sostenía que las experiencias infantiles tempranas moldeaban la personalidad de manera permanente, Erikson mantenía que el desarrollo del yo era vitalicio. La teoría del desarrollo psicosocial de Erikson (1950, 1982; Erikson, Erikson y Kivnick, 1986) abarca ocho etapas a lo largo del ciclo vital (véase cuadro 2-2) que discutiremos en los capítulos correspondientes.
Cada etapa implica lo que Erikson originalmente llamó una “crisis” de personalidad —un tema psicosocial principal que es de particular trascendencia durante ese momento, pero que sigue representando un papel importante a cierto grado durante el resto de la vida—.
* Estos temas, que emergen de acuerdo con un cronograma madurativo, deben resolverse de manera satisfactoria para el sano desarrollo del yo. Cada etapa requiere que se equilibre un rasgo positivo con su negativo correspondiente. Aun cuando debería predominar la calidad positiva, también se necesita cierto grado de la negativa. Por ejemplo, el tema crítico de la lactancia es confianza básica versus desconfianza básica. Las personas necesitan confiar en el mundo y en las personas dentro del mismo, pero también necesitan aprender algo de desconfianza para protegerse a sí mismos del peligro. El resultado exitoso de cada etapa es el desarrollo de una “virtud” o fortaleza particular; en la primera etapa, la virtud es la esperanza. La teoría de Erikson es importante debido a su énfasis en las influencias sociales y culturales, así como en el desarrollo más allá de la adolescencia. Tal vez se le conoce más por su concepto de crisis de identidad, ya que ha ingresado en el lenguaje popular y ha generado una cantidad considerable de investigación (capítulo 17).
Perspectiva 2: del aprendizaje
La perspectiva del aprendizaje sostiene que el desarrollo es el resultado del aprendizaje, un cambio duradero en la conducta que se basa en la experiencia o la adaptación al ambiente. Los teóricos del aprendizaje se dedican a tratar de encontrar las leyes objetivas que gobiernan los cambios en la conducta observable. Consideran que el desarrollo es continuo (no en etapas) y enfatizan el cambio cuantitativo. Los teóricos del aprendizaje han ayudado a hacer que el estudio del desarrollo humano sea más científico. Sus términos están definidos de manera precisa y sus teorías se pueden someter a prueba en el laboratorio. Dos importantes teorías del aprendizaje son el conductismo y la teoría del aprendizaje social (sociocognitiva).
Teoría del aprendizaje 1: conductismo
El conductismo es una teoría mecanicista que describe la conducta observada como respuesta predecible ante la experiencia. Aunque la biología impone límites sobre lo que las personas hacen, los conductistas perciben al ambiente como mucho más influyente. Sostienen que los seres humanos de todas las edades aprenden acerca del mundo de la misma manera en que lo hacen otros organismos: al reaccionar a condiciones, o aspectos de su ambiente, que encuentran placenteros, dolorosos o amenazantes. La investigación conductual se centra en el aprendizaje asociativo, en el que se forma una conexión mental entre dos eventos. Dos tipos de aprendizaje asociativo son el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante.
Condicionamiento clásico
El psicólogo ruso Iván Pavlov (1849-1936) ideó experimentos en los que perros aprendían a salivar ante el sonido de una campana que se tañía en su horario de comida. Estos experimentos fueron los cimientos del condicionamiento clásico, en el que la respuesta (salivación) a un estímulo (la campana) se evoca después de asociarse en ocasiones repetidas con el estímulo que la evoca de manera normal (comida).
El conductista estadounidense John B. Watson (1878-1958) aplicó las teorías de estímulo-respuesta a niños, afirmando que podía moldear a cualquier lactante en cualquier forma que eligiera. Sus escritos influyeron a una generación de padres a aplicar los principios de la teoría de aprendizaje a la crianza infantil. En una de las más tempranas y más famosas demostraciones de condicionamiento clásico en seres humanos (Watson y Rayner, 1920), enseñó a un bebé de 11 meses de edad conocido como el “Pequeño Albert” a temerle a objetos blancos y peludos. En este estudio se expuso a Albert a un sonido estruendoso justo al momento en que estaba a punto de acariciar a una rata blanca peluda. El sonido lo espantó y comenzó a llorar. Después de repetidos apareamientos entre la rata y el sonido estruendoso, Albert gimoteaba con temor siempre que veía a la rata. Aunque esta investigación se consideraría carente de ética en la actualidad, el estudio demostró que era posible condicionar a un bebé para temerle a cuestiones que antes no le habían provocado miedo. En ocasiones, los críticos de este tipo de métodos asocian el condicionamiento con el control y manipulación de pensamientos. De hecho, como lo discutiremos en el capítulo 7, el condicionamiento clásico es una forma natural de aprendizaje que sucede incluso sin intervención.
Condicionamiento operante
El bebé Terrell descansa pacíficamente en su cuna. Cuando empieza a sonreír, su mamá va hacia la cuna y juega con él. Después, su padre hace lo mismo. A medida que se repite esta secuencia, Terrell aprende que su conducta (sonreír) puede producir una consecuencia deseable (atención amorosa por parte de uno de sus progenitores); de modo que vuelve a sonreír para atraer la atención de sus padres. Una conducta originalmente accidental (sonreír) se ha convertido en una respuesta condicionada. Este tipo de aprendizaje se denomina condicionamiento operante porque el individuo aprende a partir de las consecuencias de su operación sobre el ambiente. A diferencia del condicionamiento clásico, el operante implica conductas voluntarias, tales como las sonrisas de Terrell (figura 2-2).
El psicólogo estadounidense B. F. Skinner (1904-1990), quien formuló los principios del condicionamiento operante, trabajó principalmente con ratas y palomas, pero Skinner sostenía (1938) que los mismos principios se aplicaban a los seres humanos. Encontró que un organismo tenderá a repetir una conducta que se ha reforzado por consecuencias deseables e inhibirá una respuesta que haya sido castigada. Así, reforzamiento es el proceso mediante el cual se fortalece una conducta, aumentando las probabilidades de que se repita. En el caso de Terrell, la atención de sus padres refuerza sus sonrisas. Castigo es el proceso mediante el cual se debilita la conducta, disminuyendo las probabilidades de que se repita.
Si los padres de Terrell fruncieran el ceño cuando él sonriera, sería menos probable que lo volviera a hacer. El que una consecuencia sea un reforzador o un castigo depende de la persona. Lo que puede resultar reforzante para una persona, posiblemente resulte castigador para otra. Para un niño al que le agrada estar solo, enviarlo a su habitación podría ser un reforzador en lugar de un castigo. El reforzamiento puede ser positivo o negativo. El reforzamiento positivo consiste en dar una recompensa, como estrellas doradas, comida, dinero o elogios —o bien jugar con el bebé—. El reforzamiento negativo consiste en retirar algo que no le agrada al individuo (conocido como evento aversivo), como un pañal mojado. En ocasiones, el reforzamiento negativo se confunde con el castigo. Sin embargo, son diferentes. El castigo inhibe la conducta al imponer un evento aversivo (como dar nalgadas al niño) o al retirar un evento positivo (como ver televisión).
El reforzamiento negativo alienta la repetición de una conducta mediante la eliminación de un evento aversivo. Cuando un bebé mayor señala que su pañal está mojado, es posible que quitarle el pañal lo aliente a señalar de nuevo cuando vuelva a mojarlo. El reforzamiento tiene una efectividad máxima cuando sigue a la conducta de manera inmediata. Si una respuesta se deja de reforzar, a la larga se extinguirá; es decir, regresará a su nivel original (de línea base). Si después de un tiempo nadie juega con Terrell cuando sonríe, tal vez no deje de sonreír; sin embargo, sonreirá mucho menos que si se continúan reforzando sus sonrisas.
La modificación de la conducta, o terapia conductual, es una forma de condicionamiento operante que se utiliza para eliminar conductas indeseables (tales como berrinches) o para inculcar conductas deseables (como guardar los juguetes después de jugar con ellos). Por ejemplo, cada vez que un niño guarda un juguete, se le da una recompensa, como un elogio, una golosina o un juguete nuevo. La modificación de la conducta es de particular efectividad entre niños con necesidades especiales, como aquellos con discapacidades mentales o emocionales. Sin embargo, la psicología skinneriana tiene aplicaciones limitadas porque no atiende de manera adecuada las diferencias individuales y las influencias culturales y sociales.
Teoría del aprendizaje 2: teoría del aprendizaje social (sociocognitiva)
El psicólogo estadounidense Albert Bandura (n. 1925) desarrolló muchos de los principios de la teoría del aprendizaje social. Mientras que los conductistas perciben que el ambiente, al actuar sobre el niño, es el ímpetu principal para el desarrollo, Bandura (1977, 1989; Bandura y Walters, 1963) sugiere que el ímpetu hacia el desarrollo es bidireccional. Bandura llamó a este concepto determinismo recíproco —el niño actúa sobre el mundo al mismo tiempo que éste actúa sobre el niño—.
La teoría clásica del aprendizaje social sostiene que las personas aprenden la conducta social apropiada principalmente por medio de la observación e imitación de modelos; es decir, por medio de observar a otras personas. Este proceso se denomina modelamiento o aprendizaje observacional (figura 2-3). Las personas inician o adelantan su aprendizaje al elegir modelos a quienes imitar; digamos, uno de los padres o un popular héroe deportivo.
Según esta teoría, la imitación de modelos es el elemento más importante en la forma en que los niños aprenden un idioma, manejan la agresión, desarrollan un sentido moral y aprenden conductas apropiadas a su género. No obstante, el aprendizaje observacional puede darse aun si el niño no imita la conducta observada.
El comportamiento específico imitado por las personas dependerá de lo que éstas perciban como valioso dentro de su cultura. Por ejemplo, si todas las maestras en la escuela de Carlos son mujeres, es probable que no copie su comportamiento, que posiblemente perciba como “poco masculino”. Sin embargo, si conoce a un maestro varón que le agrade, es posible que cambie de opinión en cuanto al valor de los maestros como modelos.
La versión más nueva de la teoría del aprendizaje social de Bandura (1989) se denomina teoría sociocognitiva. La evolución de un nombre al otro refleja el énfasis de Bandura en que los procesos cognitivos son centrales al desarrollo. Los procesos cognitivos operan a medida que las personas observan modelos, aprenden fragmentos de conductas y mentalmente conjuntan los fragmentos en complejos patrones nuevos de conducta.
Por medio de la retroalimentación acerca de sus comportamientos, los niños gradualmente se forman estándares para juzgar sus propias acciones y se vuelven más selectivos al elegir modelos que ejemplifican dichos estándares. También empiezan a desarrollar un sentido de autoeficacia, la confianza en su capacidad para obtener el éxito.
Perspectiva 3: cognitiva
La perspectiva cognitiva se centra en los procesos del pensamiento y en las conductas que reflejan dichos procesos. Esta perspectiva engloba teorías de influencia tanto organísmica como mecanicista. Incluye la teoría de las etapas cognitivas de Piaget, así como la teoría sociocultural del desarrollo cognitivo de Vygotsky. También comprende el enfoque de procesamiento de información y teorías neopiagetianas, que combinan elementos de procesamiento de información y de teoría piagetiana.
Teoría de etapas cognitivas de Jean Piaget
Lo que entendemos acerca de la manera en que los niños piensan se debe en gran medida al trabajo del teórico suizo Jean Piaget (1896-1980). La teoría de etapas cognitivas de Piaget fue antecesora de la actual “revolución cognitiva” con su énfasis sobre los procesos mentales. Piaget, biólogo y filósofo de profesión, percibía al desarrollo de manera organísmica; es decir, como producto de los esfuerzos de los niños por comprender su mundo y actuar sobre él. Como joven estudiante en París, Piaget se dispuso a estandarizar las pruebas que Alfred Binet había desarrollado para evaluar la inteligencia de los niños escolares franceses. A Piaget le intrigaron las respuestas incorrectas de los niños, donde encontró pistas relacionadas con sus procesos de pensamiento. El método clínico de Piaget combinaba la observación con interrogatorios flexibles.
A fin de averiguar la manera en que pensaban los niños, Piaget hacía un seguimiento de sus respuestas con más preguntas y diseñó tareas para comprobar sus conclusiones tentativas. De esta manera, descubrió que el niño típico de cuatro años de edad cree que las monedas o las flores son más numerosas cuando se disponen en línea que cuando se apilan o agrupan. A partir de sus observaciones con sus propios hijos y con otros niños, Piaget creó una amplia teoría del desarrollo cognitivo. Piaget sugirió que el desarrollo cognitivo se inicia a partir de una capacidad innata para adaptarse al ambiente. Al buscar el pezón, tocar un guijarro o explorar los límites de una habitación, los niños pequeños desarrollan una imagen más precisa de sus alrededores y una mayor competencia para enfrentarse a ellos. Piaget describió que el desarrollo cognitivo sucede en cuatro etapas cualitativamente distintas (enlistadas en el cuadro 2-2 y discutidas en detalle en capítulos posteriores), que representan patrones universales de desarrollo.
Durante cada etapa, la mente del niño desarrolla una nueva forma de operar. Desde la lactancia hasta la adolescencia, las operaciones mentales evolucionan desde un aprendizaje que se basa en la actividad sensorial y motora sencilla hasta el pensamiento lógico, abstracto. Este crecimiento cognitivo ocurre a partir de tres procesos interrelacionados: organización, adaptación y equilibración.
Organización es la tendencia a crear estructuras cognitivas cada vez más complejas, que incluyen sistemas de conocimiento o maneras de pensar que incorporan un mayor número de imágenes cada vez más precisas de la realidad. Estas estructuras, llamadas esquemas, son patrones organizados de conducta que la persona utiliza para pensar y actuar ante una situación. A medida que los niños adquieren más información, sus esquemas se vuelven cada vez más complejos. Por ejemplo, examinemos la conducta de chupeteo. Un lactante recién nacido tiene un esquema sencillo de chupeteo, pero pronto desarrolla esquemas variados para mamar del pecho, un biberón o su pulgar.
Adaptación es la manera en que los niños manejan la información nueva de acuerdo con lo que ya saben. La adaptación implica dos pasos:
1) asimilación, que es tomar la información nueva e incorporarla dentro de las estructuras cognitivas existentes, y
2) acomodación, que implica modificar las estructuras cognitivas propias para incluir la información nueva.
Equilibración —el esfuerzo constante para encontrar un balance estable o equilibrio— dicta el cambio de asimilación a acomodación. Cuando los niños no pueden manejar experiencias novedosas dentro de sus estructuras cognitivas existentes, experimentan un incómodo estado de desequilibrio. Y mediante la organización de nuevos patrones mentales que integran la experiencia nueva, restauran el equilibrio. De nuevo, examinemos la conducta de mamar. Una bebé a la que alimentan con pecho o por medio de un biberón que empieza a chupetear del pico de una taza con pajilla está mostrando asimilación; utiliza un esquema viejo para manejar una situación nueva.
Cuando la lactante descubre que mamar de la taza requiere hacer movimientos, con la boca y la lengua, diferentes de los que había hecho para mamar de un pecho o biberón, se acomoda por medio de la modificación del esquema antiguo. Es decir, adapta su esquema original de chupeteo para lidiar con una nueva experiencia: la taza. Así, la asimilación y la acomodación trabajan en conjunto para producir un equilibrio. A lo largo de la vida, la búsqueda del equilibrio es la fuerza impulsora detrás del crecimiento cognitivo. Las observaciones de Piaget han arrojado una gran cantidad de información y algunos discernimientos sorprendentes. ¿Quién, por ejemplo, hubiera pensado que la mayoría de los niños menores de siete años no se dan cuenta de que una bola de plastilina a la que se le ha dado forma alargada o cilíndrica, ante sus ojos, sigue conteniendo la misma cantidad de plastilina? ¿O que un lactante podría pensar que una persona que está fuera del alcance de su vista ya no existe? Piaget nos ha mostrado que las mentes de los niños no son mentes adultas en miniatura. Asimismo, saber la forma en que los niños piensan hace más fácil que sus padres y maestros los comprendan y les enseñen.
No obstante, Piaget parece haber subestimado gravemente las capacidades de los lactantes y los niños pequeños. Algunos psicólogos contemporáneos cuestionan sus etapas discretas y, en lugar de esto, señalan la evidencia que indica que el desarrollo cognitivo es más gradual y continuo. Además, investigaciones posteriores han desafiado la idea de Piaget relativa a que el pensamiento se desarrolla en una sola progresión universal que conduce al pensamiento formal. Contrario a esto, los procesos cognitivos infantiles parecen estar muy ligados con contenidos específicos (aquello acerca de lo que piensan los niños), así como al contexto de un problema y a los tipos de información e ideas que la cultura juzga como importantes (Case y Okamoto, 1996).
Teoría sociocultural de Lev Vygotsky
El psicólogo ruso Lev Semenovich Vygotsky (1896-1934) se centró en los procesos sociales y culturales que guían el desarrollo cognitivo de los niños. La teoría sociocultural de Vygotsky (1978), al igual que la teoría de Piaget, destaca la participación activa de los niños con su ambiente; pero, mientras que Piaget describió la mente individual en su integración e interpretación de la información acerca del mundo, Vygotsky concibió el crecimiento cognitivo como un proceso conjunto. Los niños, decía Vygotsky, aprenden por medio de la interacción social.
Adquieren habilidades cognitivas como parte de su inducción a un modo de vida. Las actividades compartidas ayudan a los niños a internalizar las modalidades de pensamiento y conducta de su sociedad y a hacer propios sus usos y costumbres. Vygotsky colocó especial énfasis en el lenguaje, no sólo como expresión de conocimientos e ideas, sino como medio esencial para aprender y pensar acerca del mundo. Según Vygotsky, los adultos o pares más adelantados deben ayudar a dirigir y organizar el aprendizaje del niño antes de que éste pueda dominarlo e internalizarlo. Esta guía es de máxima efectividad para ayudar a los niños a cruzar la zona de desarrollo proximal (ZDP), que es la brecha entre lo que ya son capaces de hacer por sí solos y aquello para lo que todavía no están listos. (Proximal significa “cercano”.) Los niños que se encuentran en la ZDP de una tarea en particular casi pueden, aunque no del todo, realizar la tarea a solas.
Sin embargo, mediante el tipo correcto de guía, pueden hacerlo de manera exitosa. La responsabilidad de dirigir y monitorear el aprendizaje gradualmente se desplaza hacia el niño —como cuando un adulto enseña a un niño a flotar, primero lo apoya en el agua y después lo deja ir, de manera gradual, a medida que el cuerpo del niño se relaja en posición horizontal—. Algunos de los seguidores de Vygotsky (Wood, 1980; Wood, Bruner y Ross, 1976) han aplicado la metáfora de los andamios —las plataformas temporales sobre las cuales se colocan los trabajadores de la construcción— a esta forma de enseñanza. Un andamiaje es el apoyo temporal que padres, maestros y otros proporcionan a un niño cuando realiza alguna tarea hasta que puede hacerla por sí solo. La teoría de Vygotsky tiene implicaciones importantes para la educación y para las pruebas cognitivas. Las pruebas que se enfocan en el potencial de aprendizaje del niño proporcionan una valiosa alternativa a las pruebas convencionales de inteligencia que evalúan lo que el niño ya ha aprendido; y es posible que muchos niños se beneficien del tipo de guía experta que señala Vygotsky.
Enfoque de procesamiento de información
El enfoque de procesamiento de información intenta explicar el desarrollo cognitivo mediante el análisis de los procesos mentales implicados en la percepción y manejo de la información. El enfoque de procesamiento de información no es una sola teoría, sino que dentro de este marco existe un amplio rango de teorías e investigaciones. Algunos teóricos del procesamiento de información comparan al cerebro con una computadora. Las impresiones sensoriales entran; la conducta sale. ¿Pero qué sucede en el ínter? ¿Cómo es que el cerebro utiliza las percepciones sensoriales de, digamos, una cara desconocida a fin de volver a reconocer la misma cara? Los investigadores de procesamiento de información infieren lo que sucede entre el estímulo y la respuesta.
Por ejemplo, es posible que le pidan a una persona que recuerde una lista de palabras para después observar cualquier diferencia en su desempeño si la persona repite la lista una y otra vez antes de que se le pida que recuerde las palabras. Por medio de tales estudios, algunos investigadores han desarrollado modelos computacionales o diagramas de flujo que analizan los pasos específicos por los que pasan los niños en la recopilación, clasificación, recuperación y uso de la información.
A pesar del uso de un modelo computacional pasivo, los teóricos del procesamiento de información, al igual que Piaget, perciben que las personas piensan acerca de su mundo de manera activa. Por lo general, a diferencia de Piaget, estos teóricos no proponen etapas del desarrollo. En lugar de esto, conciben el desarrollo como continuo. Destacan los aumentos relacionados con la edad en velocidad, complejidad y eficiencia del procesamiento mental, y en la cantidad y variedad del material que se puede almacenar dentro de la memoria.
La investigación de imágenes cerebrales, que se discutirá en este capítulo, sustenta aspectos importantes de los modelos de procesamiento de información, tales como la existencia de estructuras físicas separadas para el manejo de la memoria consciente e inconsciente (Schacter, 1999; Yingling, 2001). El enfoque de procesamiento de información tiene las siguientes aplicaciones prácticas: permite que los investigadores estimen la posterior inteligencia del lactante a partir de la eficiencia de su percepción y procesamiento sensorial; permite que padres y maestros ayuden a los niños a aprender haciéndolos más conscientes de sus procesos mentales y de las estrategias para reforzarlos, y a menudo, los psicólogos utilizan los modelos de procesamiento de información para examinar, diagnosticar y tratar problemas de aprendizaje (R. M. Thomas, 1996; Williams, 2001).
Teorías neopiagetianas
Desde la década de 1980, algunos psicólogos del desarrollo han buscado integrar elementos de la teoría de Piaget con el enfoque del procesamiento de información. En lugar de describir un sistema general único de operaciones mentales cada vez más lógicas, estos teóricos neopiagetianos se centran en conceptos, estrategias y habilidades específicos. Sugieren que los niños se desarrollan cognitivamente al volverse más eficientes en el procesamiento de información. Debido al énfasis que pone en la eficiencia de procesamiento, el enfoque neopiagetiano ayuda a explicar las diferencias individuales en capacidad cognitiva y el desarrollo heterogéneo en los diversos dominios.
Perspectiva 4: contextual
De acuerdo con la perspectiva contextual, el desarrollo sólo puede comprenderse dentro de un contexto social. Los contextualistas perciben al individuo no como entidad separada que interactúa con el ambiente, sino como parte inseparable del mismo. (La teoría sociocultural de Vygotsky, que discutimos como parte de la perspectiva cognitiva, también se puede clasificar como contextual.) La teoría bioecológica (1979, 1986, 1994; Bronfenbrenner y Morris, 1998) del psicólogo estadounidense Urie Bronfenbrenner (1917-2005) describe el rango de procesos interrelacionados que afectan al niño en desarrollo. Cada organismo biológico se desarrolla dentro de un contexto de sistemas ecológicos que sustentan o sofocan su crecimiento. Del mismo modo que necesitamos comprender la ecología de los mares o los bosques para poder entender el desarrollo de un pez o un árbol, es necesario que comprendamos la ecología del ambiente humano a fin de entender la forma en que los niños se desarrollan.
Según Bronfenbrenner, el desarrollo sucede por medio de procesos de interacción bidireccional regular y activa entre el niño en desarrollo y el ambiente cotidiano inmediato; procesos que se ven afectados por contextos aún más remotos, de los cuales es posible que el niño ni siquiera se percate. Con el fin de entender estos procesos es necesario que estudiemos los contextos múltiples dentro de los cuales suceden; estos contextos empiezan con el hogar, salón de clases y vecindario, que a su vez se conectan hacia el exterior con las instituciones sociales, tales como los sistemas de educación y transporte. Asimismo, engloban amplios patrones históricos y culturales que afectan a la familia, a la escuela y virtualmente a todo lo demás dentro de la vida del niño.
Al destacar los contextos interrelacionados del desarrollo y las influencias que éstos tienen sobre el mismo, la teoría de Bronfenbrenner nos ayuda a comprender los procesos complejos en los que subyacen fenómenos tan diversos como el rendimiento académico y la conducta antisocial. Bronfenbrenner identificó cinco sistemas contextuales interconectados, desde el más íntimo al más generalizado: microsistema, mesosistema, exosistema, macrosistema y cronosistema. Los primeros cuatro sistemas son como cilindros huecos que caben uno dentro del otro, y que envuelven a la persona en desarrollo. El quinto, el cronosistema, añade la dimensión del tiempo. La figura 2-4 muestra lo que veríamos si rebanáramos los cilindros acoplados por el centro. Tenga en mente que los límites entre los sistemas son fluidos; aunque se separan los diversos niveles de influencia para propósitos de ilustración, en realidad se encuentran en interacción constante.
El microsistema es un patrón de actividades, roles y relaciones personales cara a cara dentro de un entorno, tal como el hogar, la escuela, el sitio de trabajo o el vecindario, en el que el niño funciona, de manera cotidiana, cara a cara. Existen influencias bidireccionales que fluyen en un sentido y en otro. Por ejemplo, ¿cómo es que un recién nacido afecta las vidas de sus padres? ¿Cómo es que los sentimientos y actitudes de los padres afectan al bebé? Es por medio del microsistema que las influencias más distantes de los círculos exteriores alcanzan al niño en desarrollo.
El mesosistema es la interacción de dos o más microsistemas que envuelven al niño en desarrollo. Es posible que incluya las conexiones entre el hogar y la escuela (como en el caso de las conferencias entre padres y maestros) o entre la familia y el grupo de pares. Debemos prestar atención a los mesosistemas (ya que éstos nos pueden alertar) y ver las diferencias en las formas en que el mismo niño actúa en diferentes entornos. Por ejemplo, un niño que puede terminar de manera satisfactoria una tarea escolar, en casa puede mostrarse cohibido cuando se le hace una pregunta acerca de su trabajo dentro del salón de clases.













                     El exosistema, de igual forma que el mesosistema, es una conexión entre dos o más entornos. Sin embargo, dentro del exosistema, a diferencia del mesosistema, uno de estos entornos (como en el caso del sitio de trabajo de los padres o las redes sociales de estos mismos) no contiene al niño en desarrollo y, por ende, lo afecta sólo de manera indirecta. Por ejemplo, una mujer cuyo empleador le proporciona facilidades para amamantar a su bebé (como instalaciones donde extraer y almacenar la leche materna), tendrá mayores probabilidades de seguirlo haciendo.
El macrosistema es la interacción que engloba a los patrones culturales generales, como los que estudió Margaret Mead: los valores, creencias y costumbres dominantes, así como los sistemas político, económico y social de una cultura o subcultura que se filtran en un sinfín de maneras a las vidas cotidianas de los individuos. Por ejemplo, el que un niño crezca en un hogar de familia nuclear o extendida se ve poderosamente influido por el macrosistema de la cultura.
El cronosistema agrega la dimensión del tiempo: el grado de estabilidad o cambio en el mundo del niño. Esto puede incluir cambios en la composición de la familia, lugar de residencia o trabajo de los padres, así como sucesos más amplios, tales como guerras, ciclos económicos y olas migratorias. Los cambios en patrones familiares (como el incremento en el número de madres trabajadoras en las sociedades industriales de Occidente y la disminución de hogares de familia extendida en los países en vías de desarrollo) son factores cronosistémicos.
Según Bronfenbrenner, una persona no sólo es el resultado de su desarrollo, sino que también lo moldea. Los niños afectan su propio desarrollo mediante sus características biológicas y psicológicas, sus talentos y capacidades, sus discapacidades y su temperamento. Una importante contribución de la perspectiva contextual ha sido su énfasis sobre el componente social del desarrollo. La atención de los investigadores ha virado del niño individual a unidades interactivas más amplias: padre e hijo, hermano y hermano, familia completa, vecindario e instituciones sociales más extensas. La perspectiva contextual también nos recuerda que los hallazgos relacionados con el desarrollo de las personas pertenecientes a una cultura o grupo dentro de una cultura (como en el caso de los estadounidenses blancos de clase media) pueden no aplicarse a personas que provienen de otras sociedades o grupos culturales.
Perspectiva 5: evolutiva/sociobiológica
La perspectiva evolutiva/sociobiológica planteada por E. O. Wilson (1975) se centra en las bases evolutivas y biológicas de la conducta. Influida por la teoría de la evolución de Darwin se alimenta de hallazgos de antropología, ecología, genética, etología y psicología evolutiva para explicar el valor adaptativo o de supervivencia de una conducta para el individuo o la especie. El enfoque evolutivo/sociobiológico no se podría considerar, de manera forzosa, como una perspectiva teórica aislada, debido a que retoma y predice hallazgos de la teoría del aprendizaje social, de la teoría cognitiva del desarrollo y del contextualismo (MacDonald, 1988, 1998).
Según Darwin, las especies se han desarrollado a partir de los procesos relacionados de supervivencia del más apto y de selección natural. Las especies con rasgos aptos (más adaptativos) para su ambiente sobreviven y se reproducen; aquellos menos aptos (menos adaptativos) no lo hacen. Así, mediante la reproducción, las características más adaptativas se seleccionan para heredarse a generaciones futuras, mientras que las menos adaptativas se extinguen. Los mecanismos evolucionados son conductas que se han desarrollado para resolver problemas de adaptación a un ambiente más primitivo. Por ejemplo, la repentina aversión a ciertos alimentos durante el embarazo, en su origen, pudo surgir a fin de proteger al valioso feto de sustancias tóxicas.
Es posible que tales mecanismos evolucionados sobrevivan aun cuando ya no sirvan para un propósito útil (Bjorklund y Pellegrini, 2000, 2002) o pueden evolucionar aún más en respuesta a las condiciones ambientales cambiantes. A pesar de que la mayoría de los mecanismos evolucionados se adecuan a problemas específicos, otros, como la inteligencia humana, se consideran que han evolucionado para ayudar a las personas a enfrentarse a un amplio rango de problemas (MacDonald, 1998). La etología es el estudio de las conductas adaptativas distintivas de una especie animal. Los etólogos sugieren que, para cada especie, existen ciertas conductas innatas, como el caso de las ardillas que entierran nueces en el otoño y el de las arañas que tejen telas, que han evolucionado para mejorar sus probabilidades de supervivencia. Otro ejemplo, que estudió Konrad Lorenz, es el instinto que tienen los patitos de seguir a su madre (véase capítulo 1).
Mediante la observación de los animales, por lo general dentro de su entorno natural, los etólogos buscan identificar cuáles conductas son universales y cuáles son específicas para una especie en particular o modificadas por la cultura. El psicólogo británico John Bowlby (1969) aplicó los principios de la etología a ciertos aspectos del desarrollo humano. Por ejemplo, consideraba que el apego de los lactantes a sus proveedores de cuidado era un mecanismo que había evolucionado para protegerlos de sus depredadores.
La psicología evolutiva aplica los principios de Darwin a la conducta individual. Según esta teoría, las personas luchan inconscientemente no sólo por su supervivencia personal, sino también por perpetuar su herencia genética. Lo hacen buscando maximizar sus oportunidades de tener crías que heredarán sus características y que sobrevivirán para reproducirse. Sin embargo, la perspectiva evolutiva no reduce del todo el comportamiento humano a los efectos de los genes que buscan reproducirse. También le da gran importancia al ambiente al que tiene que adaptarse la persona. Un enfoque de sistemas del desarrollo percibe el desarrollo humano como la culminación de un proceso dinámico de interacción bidireccional entre las personas y su ambiente (Bjorklund y Pellegrini, 2000; Lickliter y Honeycutt, 2003; Nelson, 2005; véase capítulo 3). Los psicólogos evolutivos del desarrollo aplican los principios evolutivos al desarrollo infantil. Estudian temas tales como estrategias de crianza infantil, diferencias de género durante el juego y relaciones entre pares, e identifican conductas que son adaptativas a diferentes edades.
Resumen y términos clave
Cuestiones teóricas básicas
Indicador 1 ¿Para qué propósito sirven las teorías y cuáles son las dos cuestiones básicas en que difieren los teóricos del desarrollo?
• Una teoría se utiliza para organizar y explicar datos y para generar hipótesis que se puedan someter a prueba mediante las investigaciones.
• Las teorías del desarrollo difieren en dos aspectos básicos: el carácter activo o pasivo del desarrollo y la existencia de etapas del desarrollo.
• Algunos teóricos se suscriben a un modelo mecanicista del desarrollo; otros a un modelo organísmico. teoría (27) hipótesis (27) modelo mecanicista (27) modelo organísmico (28) Perspectivas teóricas Indicador 2 ¿Cuáles son las cinco perspectivas teóricas del desarrollo infantil y algunas de las teorías que representan a cada una?
• La perspectiva psicoanalítica considera que el desarrollo está motivado por pulsiones y conflictos emocionales inconscientes. Los ejemplos principales son las teorías de Freud y de Erikson. perspectiva psicoanalítica (29) desarrollo psicosexual (30) desarrollo psicosocial (32)
• La perspectiva del aprendizaje considera que el desarrollo es el resultado del aprendizaje que se basa en la experiencia. Los ejemplos principales son el conductismo de Watson y de Skinner y la teoría del aprendizaje social (sociocognitiva) de Bandura. perspectiva del aprendizaje (32) conductismo (32) condicionamiento clásico (33) condicionamiento operante (34) reforzamiento (34) castigo (34) teoría del aprendizaje social (35) determinismo recíproco (35) aprendizaje observacional (35) autoeficacia (36)
• La perspectiva cognitiva se ocupa de los procesos del pensamiento. Ejemplos importantes son la teoría de etapas cognitivas de Piaget, la teoría sociocultural de Vygotsky, el enfoque de procesamiento de información y las teorías neopiagetianas. perspectiva cognitiva (36) teoría de etapas cognitivas (36) organización (36) esquemas (36) adaptación (37) asimilación (37) acomodación (37) equilibración (37) teoría sociocultural (37) zona de desarrollo proximal (ZDP) (37) andamiaje (38) enfoque de procesamiento de información (38)
• La perspectiva contextual se centra en la interacción entre el individuo y su contexto social. Un ejemplo importante es la teoría bioecológica de Bronfenbrenner. perspectiva contextual (39) teoría bioecológica (39) microsistema (39) mesosistema (39) exosistema (40) macrosistema (40) cronosistema (40)
• La perspectiva evolutiva/sociobiológica, representada por E. O. Wilson, se basa en parte en la teoría de la evolución de Darwin y describe las conductas adaptativas que promueven la supervivencia. Un ejemplo importante es la teoría del apego de Bowlby. perspectiva evolutiva/sociobiológica (41) etología (41) psicología evolutiva (41)

Capítulo 3. Formación de una nueva vida: concepción, herencia y ambiente
De la célula, la maravillosa semilla que en planta, animal y mente se transforma de manera infalible y por siempre a imagen de su estirpe.
William Ellery Leonard, Two Lives, 1925
Convertirse en padres: cómo ocurre la concepción
El momento oportuno y las circunstancias de la parentalidad pueden tener grandes consecuencias para un niño. Que un nacimiento sea planeado o accidental, que el embarazo sea o no deseado, que ocurra por medios normales o extraordinarios, que los padres estén casados o no, que sean del mismo sexo o de sexos diferentes y la edad de los padres cuando se concibe o adopta a un niño, son factores relacionados con el microsistema, como los identifica el enfoque bioecológico de Bronfenbrenner (que se analiza en el capítulo 2).  Cuestiones como el hecho de que la cultura aliente las familias grandes o pequeñas, valore más a un sexo que al otro y cuánto apoyo proporcione a las familias con niños, son temas relacionados con el macrosistema que probablemente influirán en el desarrollo del niño. A lo largo del libro se explorarán tales cuestiones contextuales. Por ahora, examinaremos el acto de la concepción y, luego, las opciones que tienen las parejas que son incapaces de concebir por medios normales.
Cambio en las teorías de la concepción*
La mayoría de los adultos, e incluso la mayoría de los niños en países industrializados, tienen una idea razonablemente precisa sobre cómo llegan al mundo los bebés. Sin embargo, apenas una o dos generaciones atrás, muchos padres decían a sus hijos que los había traído la cigüeña. La creencia popular de que los niños venían de pozos, arroyos o piedras era común en Europa del norte y central, incluso a principios del siglo veinte. Se creía que la concepción estaba influida por fuerzas cósmicas; un bebé concebido durante Luna nueva sería varón, mientras que si ocurría durante el cuarto menguante, sería niña (Gélis, 1991). Las teorías sobre la concepción existen desde tiempos antiguos. El médico griego Hipócrates, conocido como el padre de la medicina, sostenía que el feto es producto de la unión de las semillas masculina y femenina. El filósofo Aristóteles tenía la perspectiva de que “la mujer funciona sólo como receptáculo y que el niño se forma exclusivamente por medio del esperma” (Fontanel y d’Harcourt, 1997, p. 10). Según Aristóteles, la producción de los bebés varones era el orden natural de las cosas y la mujer era el producto de una alteración del desarrollo. Entre los siglos XVII y XIX había un fuerte debate entre dos corrientes de pensamiento biológico. Con base en las teorías aristotélicas, los animalculistas (nombrados de este modo porque a los espermatozoides se les denominaba entonces animálculos) afirmaban que “personitas” completamente formadas estaban contenidas en las cabezas de los espermatozoides, listas para crecer cuando se les depositaba en el ambiente nutricio de la matriz. Los ovistas, inspirados en el trabajo del médico inglés William Harvey, sostenían un punto de vista contrario, pero igualmente incorrecto: que los ovarios femeninos contenían seres humanos diminutos ya formados, cuyo crecimiento se activaba con los espermatozoides del varón. Por último, a finales del siglo XVIII Kaspar Friedrich Wolff, un anatomista de origen alemán, demostró que los embriones no están preformados en ninguno de los padres y que ambos contribuyen por igual a la formación del nuevo ser.
Cómo ocurre la fertilización
La fertilización, o concepción, es el proceso por medio del cual el espermatozoide y el óvulo —los gametos o células sexuales masculinas y femeninas— se combinan para crear una sola célula llamada cigoto, que entonces se duplica una y otra vez por división celular hasta convertirse en un bebé. Pero la concepción no es tan simple como suena. Es necesario que coincidan varios sucesos independientes para que se conciba a un niño. Y, como se analizará en el siguiente capítulo, no todas las concepciones terminan en un nacimiento. Al nacer, se cree que la niña tiene cerca de dos millones de óvulos inmaduros en sus dos ovarios y que cada óvulo cuenta con su propio folículo o saco pequeño. En una mujer sexualmente madura, la ovulación (ruptura de un folículo maduro en cualquiera de los ovarios y expulsión del óvulo) ocurre aproximadamente cada 28 días hasta la menopausia. El óvulo es transportado por la trompa de Falopio por medio de cilios (pequeñas células pilosas) hacia el útero o matriz. Los espermatozoides se producen en los testículos, o glándulas reproductivas, de un varón maduro a una tasa de varios cientos de millones por día y se eyaculan en el semen durante el clímax sexual. Ingresan a la vagina e intentan nadar a lo largo del cérvix (cuello del útero) hasta las trompas de Falopio, pero sólo una diminuta fracción lo logra.
Normalmente, la fertilización ocurre mientras el óvulo está pasando por la trompa de Falopio. Por el contrario de las pautas anteriores, esta “ventana de fertilidad” de seis días puede ocurrir en cualquier momento entre el sexto y el vigésimo primer día del ciclo menstrual y puede ser sumamente impredecible, incluso en las mujeres cuyos periodos menstruales son regulares (Wilcox, Dunson y Baird, 2000). Si no ocurre la fertilización, los espermatozoides se absorben a través de los glóbulos blancos de la mujer y el óvulo atraviesa el útero y sale por la vagina.
 Infertilidad
Se estima que 7% de las parejas estadounidenses experimentan infertilidad: la incapacidad para concebir un hijo luego de 12 meses de intentarlo (Centers for Disease Control and Prevention, CDC, 2005a; Wright, Chang, Jeng y Macaluso, 2006). La fertilidad femenicomienza a declinar aproximadamente entre los 25 y 30 años, con un descenso sustancial entre los 30 y 40 años. La fertilidad masculina se ve menos afectada por la edad, pero declina de manera significativa entre los 35 y 40 años (Dunson, Colombo y Baird, 2002).
Causas de la infertilidad
La infertilidad está lejos de ser una preocupación nueva. Para mejorar la fertilidad, los antiguos médicos aconsejaban a los hombres que comieran hinojo y a las mujeres que comieran la saliva de las ovejas y que llevaran collares de lombrices de tierra. Se recomendaba que, después del coito, una mujer permaneciera acostada con las piernas cruzadas y que “evitara enojarse” (Fontanel y d’Harcourt, 1997, p. 10). Para el Renacimiento, la lista de alimentos recomendados para propiciar el embarazo incluía desde pichones y gorriones hasta crestas de gallo y genitales de toro. A principios del siglo XVII, Louise Bourgeois, partera de María de Médicis la reina de Francia, abogaba por los lavados vaginales con manzanilla, malva, mejorana y nébeda hervida en vino blanco. Actualmente sabemos que la causa más común de infertilidad en los hombres es la producción de muy pocos espermatozoides. Aunque sólo se necesita un espermatozoide para fertilizar el óvulo, el conteo de esperma menor a 60-200 millones por eyaculación hace poco probable la concepción.
En algunas ocasiones lo que sucede es que está bloqueado uno de los conductos espermáticos, lo cual impide la salida de los espermatozoides; asimismo, otra posibilidad es que los espermatozoides no puedan nadar suficientemente bien para llegar al cuello del útero. Algunos casos de infertilidad masculina parecen tener un origen genético (King, 1996; Reijo, Alagappan, Patrizio y Page, 1996; Phillips, 1998). En la mujer, algunas causas de infertilidad son: la incapacidad para producir óvulos o para generar óvulos normales; moco en el cuello del útero, que impide la penetración del esperma, o una enfermedad de la pared uterina que imposibilite la implantación del óvulo fertilizado. Una de las principales causas de declinación de la fertilidad en mujeres después de los 30 años es el deterioro en la calidad de los óvulos (van Noord-Zaadstra et al., 1991).
Sin embargo, la causa más común es el problema que tenía Lesley Brown: bloqueo de las trompas de Falopio, lo cual impide que los óvulos lleguen al útero. En cerca de la mitad de estos casos, las trompas están bloqueadas por tejido cicatricial causado por enfermedades de transmisión sexual (King, 1996). El cuadro 3-1 enlista las principales causas y tratamientos de la infertilidad masculina y femenina. La infertilidad puede representar una carga emocional para un matrimonio. Es posible que los miembros de la pareja experimenten frustración y enojo consigo mismos y que se sientan vacíos, indignos y deprimidos (Abbey, Andrews y Halman, 1992; Jones y Toner, 1993). Sin embargo, sólo cuando la infertilidad conduce a la falta permanente e involuntaria de hijos se asocia con angustia psicológica a largo plazo (McQuillan, Greil, White y Jacob, 2003).
































El código genético
La base de la herencia es una sustancia química llamada ácido desoxirribonucleico (ADN). La estructura de doble hélice del ADN se asemeja a una escalera larga y en espiral cuyos escalones están formados por pares de unidades químicas llamadas bases (figura 3-2). Las bases adenina (A), timina (T), citosina (C) y guanina (G)  son las “letras” del código genético, que “lee” la maquinaria celular. Los cromosomas son espirales de ADN que están formadas de segmentos menores llamados genes, que son las unidades funcionales de la herencia. Cada gen está localizado en una posición definida en su cromosoma y contiene miles de pares base. La secuencia de bases en un gen informa a una célula cómo sintetizar las proteínas que le permiten realizar funciones específicas. Cada célula en el cuerpo humano normal, excepto por las células sexuales (espermatozoides y óvulos), tiene 46 cromosomas agrupados en 23 pares. Mediante un tipo de división celular llamado meiosis, que les ocurre a las células sexuales cuando están en desarrollo, cada célula sexual termina con sólo 23 cromosomas —uno de cada par—. De este modo, al fusionarse el espermatozoide y el óvulo en la concepción, se produce un cigoto con 46 cromosomas, 23 del padre y 23 de la madre (figura 3-3). Tres cuartas partes de los genes que recibe cada niño son idénticos a los recibidos por todos los demás niños; a éstos se les denomina genes monomórficos. La otra cuarta parte de los genes de un niño son genes polimórficos, que definen a cada persona como individuo. En vista de que muchos de estos genes existen en diversas variaciones, y debido a que la división de la meiosis es aleatoria, es virtualmente imposible que dos niños —incluso hermanos, aparte de los gemelos monocigóticos— reciban exactamente la misma combinación de genes.
En consecuencia, al momento de la concepción, el cigoto unicelular tiene toda la información biológica necesaria para guiar su desarrollo hasta convertirse en un bebé humano. Esto sucede por medio de mitosis, un proceso en el que las células se dividen y reproducen una y otra vez. Cuando una célula se divide, las espirales de ADN se duplican, de modo que cada célula recién formada tiene la misma estructura de ADN que las otras. Así, cada división celular crea un duplicado genético de la célula original con la misma información hereditaria. Cuando el desarrollo es normal, cada célula (excepto las sexuales) continúa teniendo 46 cromosomas idénticos a los del cigoto original. A medida que las células se dividen y el lactante crece y se desarrolla, las células se diferencian, especializándose en una variedad de funciones corporales complejas.  Los genes entran en acción cuando las condiciones demandan la información que ellos pueden proveer. Es frecuente que la acción genética que inicia el crecimiento de cuerpo y cerebro esté regulada por los niveles hormonales —tanto en la madre como en el bebé en desarrollo— que se ven afectados por condiciones ambientales como la nutrición y el estrés. Así, desde un inicio, la herencia y el ambiente están interrelacionados.
¿Qué determina el sexo?
En muchos poblados de Nepal es común que un hombre cuya esposa no ha gestado hijos varones tome una segunda esposa. De hecho, en algunas sociedades la incapacidad de una mujer para producir hijos varones es justificante de divorcio. La ironía de estas costumbres es que el esperma del padre es el que determina el sexo de un niño.  Al momento de la concepción, los 23 pares de cromosomas del espermatozoide y los 23 del óvulo forman 23 pares. Veintidós de esos pares son autosomas, cromosomas que no se relacionan con la expresión sexual. El vigésimo tercer par está conformado por los cromosomas sexuales —uno del padre y uno de la madre— que definen el sexo del bebé. Los cromosomas sexuales son cromosomas X o cromosomas Y. El cromosoma sexual de cada óvulo es un cromosoma X, pero el espermatozoide puede contener ya sea un cromosoma X o uno Y. El cromosoma Y contiene un gen para la masculinidad, el gen SRY. 
Cuando un espermatozoide que transmite el cromosoma X fertiliza al óvulo (X), el cigoto formado es XX, una mujer. Cuando un espermatozoide Y fertiliza al óvulo (X), el cigoto resultante es XY, un varón (figura 3-4). Inicialmente, el sistema reproductivo poco desarrollado del embrión es casi idéntico en hombres y mujeres. Cerca de las semanas 6 a 8 después de la concepción, los embriones masculinos comienzan normalmente a producir la hormona masculina testosterona. La exposición de un embrión, genéticamente varón, a niveles elevados y uniformes de testosterona comúnmente da por resultado el desarrollo de órganos sexuales masculinos y cuerpo de varón. Sin embargo, el proceso no es automático. La investigación con ratones ha encontrado que las hormonas deben enviar señales al gen SRY, que entonces desencadena la diferenciación celular y la formación de los testículos. Sin esta señalización, el ratón genéticamente macho desarrollará genitales femeninos en lugar de masculinos (Hughes, 2004; Meeks, Weiss y Jameson, 2003; Nef et al., 2003).
Es probable que un mecanismo similar ocurra en los humanos. El desarrollo del sistema reproductivo femenino, por el contrario, depende de una molécula de señalización denominada Wnt-4, de la cual hay una variante que puede masculinizar a un feto genéticamente femenino (Biason-Lauber, Konrad, Navratil y Schoenle, 2004; Hughes, 2004; Vainio, Heikkiia, Kispert, Chin y McMahon, 1999). De este modo, la diferenciación sexual parece ser un proceso más complejo que la simple determinación genética. Existen complicaciones adicionales que surgen del hecho de que las mujeres tienen dos cromosomas X, en tanto que los hombres sólo tienen uno. Durante muchos años, los investigadores creyeron que los genes duplicados en uno de los dos cromosomas X de la mujer son inactivos. Sin embargo, recientemente los investigadores que han secuenciado el cromosoma X descubrieron que sólo 75% de los genes en el cromosoma X adicional están inactivos. Aproximadamente 15% continúan activos y 10% están activos en algunas mujeres, pero no en otras (Carrel y Willard, 2005). Esta variabilidad en actividad de los genes puede explicar diferencias de género tanto en rasgos normales como en trastornos vinculados con el cromosoma X (que se analizan después en este capítulo). El cromosoma X adicional también puede ayudar a explicar por qué algunas mujeres son, por lo general, más sanas y viven más tiempo que los hombres: los cambios dañinos en un cromosoma X quizá se resuelvan con una copia de respaldo —en el otro cromosoma X (Migeon, 2006).
Algunas características influidas por la herencia y el ambiente
Rasgos físicos y fisiológicos
Los gemelos monocigóticos no sólo se parecen en general, sino que también son más concordantes que los dicigóticos en sus riesgos de padecer trastornos médicos como hipertensión, cardiopatía, embolia, artritis reumatoide, úlcera péptica y epilepsia (Brass, Isaacsohn, Merikangas y Robinette, 1992; Plomin et al., 1994). El ciclo de vida también parece estar influido por los genes (Sorensen, Nielsen, Andersen y Teasdale, 1988). La obesidad, que a veces simplemente se llama sobrepeso, es un padecimiento multifactorial. Se define en la infancia como tener un índice de masa corporal, o IMC (comparación de peso y estatura), en o superior al percentil 95 según la edad y el sexo.
Los estudios con gemelos, los estudios de adopción y otras investigaciones sugieren que 40 a 70% del riesgo es genético. Un estudio longitudinal de factores de riesgo de cardiopatía, que comenzó en 1973 en el área de Bogalusa, Louisiana, ha vinculado genes específicos y sus localizaciones cromosómicas con las mediciones de masa corporal tomadas a lo largo de varias décadas (Chen et al., 2004). Un gen clave, el GAD2 en el cromosoma 10, normalmente controla el apetito; pero una versión anormal de este gen puede estimular el hambre y la ingesta excesiva de alimentos (Boutin et al., 2003). El tipo y cantidad de comida ingerida en un hogar en particular o en un grupo social o étnico específico, así como la cantidad de ejercicio que se aliente, pueden aumentar o disminuir la probabilidad de que una persona se vuelva obesa. La rápida elevación en la prevalencia de obesidad en los países occidentales parece ser el resultado de la interacción de una predisposición genética con ejercicio inadecuado (Leibel, 1997). La obesidad se analizará adicionalmente en los capítulos 9, 12 y 15.
Inteligencia
La herencia ejerce una fuerte influencia en la inteligencia general (según se mide con las pruebas de inteligencia) y, a menor grado, en capacidades específicas como la memoria, capacidad verbal y capacidad espacial (McClearn et al., 1997; Petrill et al., 2004; Plomin et al., 1994; Plomin y DeFries, 1999; Plomin y Spinath, 2004). Como se mencionó antes en este capítulo, varios genes se han asociado, de manera tentativa, con la inteligencia (Posthuma y de Gues, 2006). La experiencia también cuenta; como se muestra en la figura 3-8, un ambiente enriquecido o empobrecido puede afectar, en forma sustancial, el desarrollo y expresión de la capacidad innata (Neisser et al., 1996).
La evidencia del papel de la herencia en la inteligencia proviene de estudios de adopción y con gemelos. El CI de los niños adoptados se acerca consistentemente más al CI de sus madres biológicas que al de sus padres y hermanos adoptivos, y los gemelos monocigóticos se parecen más en inteligencia que los gemelos dicigóticos. Este patrón también ocurre en el desempeño dentro de pruebas de aprovechamiento en la escuela primaria y en los exámenes de la National Merit Scholarship (Beca Nacional al Mérito) aplicados a los estudiantes de educación media. Los estudios producen un estimado consistente de heredabilidad de cerca de 50% para las capacidades espaciales, lo cual quiere decir que las diferencias genéticas explican aproximadamente la mitad de la variación observada entre los miembros de una población.
Una estrecha correlación entre las capacidades verbales y espaciales sugiere un vínculo genético entre los componentes de la inteligencia (Petrill et al., 2004; Plomin y DeFries, 1999). De hecho, es probable que los mismos genes que afectan a una capacidad cognitiva también afecten a las demás (Plomin y Spinath, 2004). Asimismo, la influencia genética, que es la principal responsable de la estabilidad en el desempeño cognitivo, aumenta con la edad. El ambiente familiar compartido parece tener una fuerte influencia en los niños pequeños, pero su influencia disminuye en adolescentes y adultos, que están más propensos a encontrar su propio nicho al seleccionar, de manera activa, los ambientes compatibles con sus capacidades hereditarias y sus intereses relacionados. En contraste, el ambiente no compartido influye a lo largo de la vida y es responsable principalmente de los cambios en desempeño cognitivo (Bouchard, 2004; Petrill et al., 2004; Plomin y Spinath, 2004).
Personalidad
Los científicos han identificado genes relacionados directamente con rasgos específicos de personalidad, como el neuroticismo, que quizá contribuyan a la depresión y la ansiedad (Lesch et al., 1996). La heredabilidad de los rasgos de personalidad parece estar entre 40 y 50% y existe poca evidencia de influencia ambiental compartida (Bouchard, 2004). El temperamento, el estilo característico de una persona para abordar las situaciones y reaccionar ante ellas, parece ser principalmente innato y con frecuencia es consistente a lo largo de los años, aunque puede responder a experiencias especiales o al manejo parental (Thomas y Chess, 1984; Thomas, Chess y Birch, 1968). Los hermanos —tanto gemelos como no gemelos— tienden a ser similares en temperamento (Saudino, Wertz, Gagne y Chawla, 2004). Un estudio observacional de 100 pares de hermanos de siete años de edad (la mitad de ellos hermanos adoptivos y la mitad hermanos de nacimiento) encontró influencias genéticas significativas en su actividad, sociabilidad y emocionalidad (Schmitz, Saudino, Plomin, Fulker y DeFries, 1996). La religiosidad está sujeta tanto a influencias genéticas como ambientales, según un estudio de 169 pares de gemelos monocigóticos y 104 pares de gemelos dicigóticos de Minnesota. El estilo de crianza infantil y la vida familiar tienen la influencia más fuerte en la infancia, pero las influencias genéticas se vuelven más predominantes a partir de la adolescencia (Koenig, McGue, Krueger y Bouchard, 2005).
Psicopatología
Existe evidencia de una fuerte influencia hereditaria en trastornos mentales, tales como esquizofrenia, autismo y depresión. Todos tienden a repetirse dentro de familias y muestran mayor concordancia entre gemelos monocigóticos que entre gemelos dicigóticos. No obstante, la herencia por sí sola no produce esos trastornos; es posible que la tendencia heredada se active por factores ambientales. Por ejemplo, los niños con una forma corta del gen transportador de serotonina 5-HTTLPR son vulnerables a la depresión si tienen familias frías y carentes de apoyo, pero no si tienen familias nutricias y que les dan apoyo (Taylor et al., 2006). (El autismo se analiza en el apartado 6-1 del capítulo 6 y la depresión en los capítulos 14 y 15.)
En la actualidad, se reconoce que la esquizofrenia es un trastorno neurológico (Gray y Thompson, 2004), el cual se caracteriza por la pérdida de contacto con la realidad y por síntomas tales como alucinaciones y delirios; tiene causas multifactoriales (Berry, Jobanputra y Pal, 2003; Tuulio-Henriksson et al., 2002; Vaswani y Kapur, 2001). El riesgo de esquizofrenia es diez veces mayor entre hermanos e hijos de esquizofrénicos que en la población general, y los estudios con gemelos y de adopción sugieren que este aumento en riesgo proviene de genes, y no de ambientes, compartidos. Los estimados de heredabilidad son tan elevados como 80 a 85% (McGuffin, Owen y Farmer, 1995; Picker, 2005).
Ningún gen específico parece ser responsable (Picker, 2005). La investigación identifica diversas variantes de genes que aumentan la susceptibilidad a la esquizofrenia (Xu et al., 2005; Cannon et al., 2005; Egan et al., 2004). Un examen posmortem sugiere que es posible que el trastorno se origine en la falta de una sustancia llamada reelina, que ayuda a ubicar las células nerviosas en el cerebro en desarrollo (Impagnatiello et al., 1998).
Debido a que no todos los gemelos monocigóticos son concordantes para la enfermedad, su causa no puede ser puramente genética. Es posible que la esquizofrenia se derive de una serie de insultos neurológicos durante la vida fetal (Picker, 2005; Rapoport, Addington y Frangou, 2005), como una exposición de la madre a la influenza en el primer trimestre del embarazo (Brown, Begg et al., 2004), o a la rubéola e infecciones respiratorias durante el segundo y tercer trimestres. Los lactantes que nacieron en áreas urbanas o durante el final del invierno o principio de la primavera parecen estar en mayor riesgo, al igual que aquellos cuyas madres experimentaron complicaciones obstétricas o que estuvieron en condición de pobreza o con graves privaciones debidas a guerras o hambruna (Picker, 2005). Se ha demostrado una relación entre la desnutrición fetal y la esquizofrenia en estudios realizados en Holanda (Susser y Lin, 1992), Finlandia (Wahlbeck, Forsen, Osmond, Barker y Eriksson, 2001) y China (St. Clair et al., 2005). La edad avanzada del padre es un factor de riesgo para la esquizofrenia. En grandes estudios con base en la población realizados en Jerusalén y Dinamarca, el riesgo del trastorno aumentaba grandemente cuando el padre tenía 50 años o más (Byrne, Agerbo, Ewald, Eaton y Mortenson, 2003; Malaspina et al., 2001). Un estudio sobre 700 000 nacimientos en Suecia estimó que 15.5% de los casos de esquizofrenia implicaban a un padre mayor de 30 años al momento del nacimiento (Sipos et al., 2004).
Capítulo 4 Embarazo y desarrollo prenatal
Desarrollo prenatal: tres etapas
Si usted hubiese nacido en China, celebraría el día de su cumpleaños en la fecha estimada de su concepción más que el día de su nacimiento. Esta costumbre china reconoce la importancia de la gestación, el periodo de desarrollo de cerca de 38 semanas que pasa entre la concepción y el nacimiento. Por lo común, la edad gestacional se determina a partir del primer día del último ciclo menstrual de la madre encinta.
El rango normal de gestación es de entre 38 y 42 semanas. Para muchas mujeres, la primera señal del embarazo (aunque no es confiable) es la falta de menstruación. Pero aun antes de ese sangrado faltante, el cuerpo de la mujer preñada pasa por cambios sutiles pero notables. Aunque estos signos no son exclusivos del embarazo, la mujer que experimente uno o más de ellos tal vez desearía hacerse una prueba casera de embarazo o consultar con un médico para confirmar que se encuentra en estado de gravidez. El desarrollo prenatal sucede en tres etapas: germinal, embrionaria y fetal.
Durante estas tres etapas de gestación, el óvulo fertilizado, o cigoto, se convierte en embrión y después en feto. ¿Qué convierte al cigoto unicelular en una criatura con forma y patrón específico? Las investigaciones sugieren que un grupo identificable de genes es el responsable de esta transformación en los vertebrados, esta suposición incluye a los seres humanos. Estos genes producen moléculas llamadas morfogenes, que se activan después de la fertilización y que empiezan a moldear los brazos, manos, dedos, vértebras, costillas, cerebro y otras partes del cuerpo (Echeland et al., 1993; Krauss, Concordet e Ingham, 1993; Riddle, Johnson, Laufer y Tabin, 1993).
Tanto antes como después del nacimiento, el desarrollo procede de acuerdo con dos principios fundamentales: el crecimiento y el desarrollo motor suceden de arriba hacia abajo y del centro del cuerpo hacia el exterior. El principio céfalo-caudal (del latín, “cabeza a cola”) dicta que el desarrollo se produce desde la cabeza hacia la parte inferior del tronco. La cabeza, cerebro y ojos
del embrión son los primeros en desarrollarse y son desproporcionadamente grandes, hasta que las otras partes del cuerpo los alcanzan. A los dos meses de gestación, la cabeza del embrión representa la mitad de la longitud total del cuerpo. Para el momento del nacimiento, la cabeza sólo representa un cuarto de la longitud del cuerpo, pero aún tiene una magnitud desproporcionada. Según el principio próximo-distal (del latín “cerca de lejos”), el desarrollo procede desde las partes cercanas al centro del cuerpo hacia las externas. La cabeza y el tronco del embrión se desarrollan antes que las extremidades, y los brazos y piernas antes que los dedos de las manos y de los pies.
La etapa germinal (fertilización a dos semanas)
Durante la etapa germinal, las primeras dos semanas después de la fertilización, el cigoto se divide, se vuelve más complejo y se implanta en la pared del útero (figura 4-1). Dentro de las 36 horas posteriores a la fertilización, el cigoto entra en un periodo de rápida división y duplicación celular o mitosis. Cerca de 72 horas después de la fertilización, se ha dividido en 16 a 32 células; 24 horas después, consta de 64 células. Esta división continúa hasta que la célula única original se ha desarrollado en las 800 mil millones o más células especializadas que conforman el cuerpo humano.
Al tiempo que el óvulo fertilizado se divide, también viaja por la trompa de Falopio hacia el útero, una travesía que dura entre tres y cuatro días. Se transforma en blastocisto, una esfera llena de líquido que flota libremente dentro del útero hasta el sexto día después de su fertilización, cuando empieza a implantarse en la pared uterina.
El blastocisto participa de manera activa en el proceso de implantación por medio de un complejo sistema de señalamientos hormonalmente regulados (Norwitz, Schust y Fisher, 2001). Sólo cerca de 10 a 20% de los óvulos fertilizados llevan a cabo la tarea de implantación y continúan su desarrollo.
Para que la implantación sea exitosa, una proteína denominada L-selectina, que se secreta sólo durante el ciclo mensual de la mujer y por un tiempo corto, debe interconectarse con las moléculas de carbohidratos que se encuentran en la superficie del útero, lo que detiene el movimiento de flotación libre del blastocisto (Genbacev et al., 2003). Antes de la implantación, a medida que se inicia la diferenciación celular, ciertas células alrededor de la orilla del blastocisto se agrupan hacia un lado para formar el disco embrionario, una gruesa masa celular a partir de la cual se empieza a formar el embrión.
Esta masa se empieza a diferenciar en dos capas. La capa superior, el ectodermo, se convertirá en la capa externa de la piel, uñas, pelo, dientes, órganos sensoriales y sistema nervioso, incluyendo el cerebro y la médula espinal. La capa inferior, el endodermo, formará el sistema digestivo, hígado, páncreas, glándulas salivales y sistema respiratorio. Más adelante, se desarrollará una capa intermedia, el mesodermo, que se diferenciará en la capa interna de la piel, los músculos, el esqueleto y los sistemas excretor y circulatorio. Otras partes del blastocisto se empiezan a convertir en órganos que alimentarán y protegerán al embrión: la cavidad amniótica o saco amniótico (con sus capas externas, el amnios y el corion), la placenta y el cordón umbilical (figura 4-2). El saco amniótico es una membrana llena de líquido que encierra al bebé en desarrollo, dándole espacio para moverse. La placenta, que contiene tejido tanto materno como embrionario, se desarrolla dentro del útero para permitir el intercambio de oxígeno, nutrientes y desperdicios entre la madre y su bebé. Se encuentra conectada al embrión por medio del cordón umbilical. Los nutrientes de la madre pasan de su sangre hacia los vasos sanguíneos del embrión y después se transportan a éste por medio del cordón umbilical.
A su vez, los vasos sanguíneos que se encuentran en el cordón umbilical transportan los desperdicios embrionarios hacia la placenta, donde se pueden eliminar por medio de los vasos sanguíneos de la madre. Los sistemas circulatorios de la madre y del embrión no se encuentran conectados de manera directa; en lugar de esto, el intercambio sucede por medio de la difusión a través de las paredes de los vasos sanguíneos. La placenta también ayuda a combatir las infecciones internas y le proporciona al nonato inmunidad ante una serie de enfermedades; asimismo, produce hormonas que sustentan el embarazo, prepara los senos de la madre para la lactación y, a la larga, estimula las contracciones uterinas que expulsarán al bebé del cuerpo de la madre.
Desarrollo prenatal: influencias ambientales
Factores maternos Debido a que el ambiente prenatal se encuentra dentro del cuerpo de la madre, casi todo lo que afecta el bienestar de ella, desde su dieta hasta sus estados de ánimo, puede alterar el ambiente del nonato e influir su crecimiento. Sin embargo, no todos los riesgos ambientales son igualmente peligrosos para todos los fetos. Ciertos factores que en algunos casos son teratogénicos (productores de defectos congénitos), pueden tener poco o ningún efecto en otros.
El momento de la exposición (véase figura 4-3), la dosis, duración e interacción con otros factores teratogénicos pueden hacer una diferencia. En ocasiones, la vulnerabilidad puede depender de un gen que se encuentre ya sea en el feto o en la madre. Por ejemplo, los fetos con una variación particular de un gen de crecimiento denominado factor de crecimiento y transformación alfa, presentan seis veces mayor riesgo que otros fetos de desarrollar paladar hendido si la madre fuma durante el embarazo (Hwang et al., 1995). La tecnología que le permite a la mujer ver imágenes de su feto a inicios de su embarazo puede motivarla a llevar a cabo conductas de cuidado y protección, tales como comer de manera adecuada y abstenerse del alcohol y las drogas (Salisbury, Law, LaGasse y Lester, 2003).
Nutrición y peso materno
El biólogo evolutivo Davig Haig (1993) sugiere que el embarazo crea un conflicto inconsciente entre la madre y el feto acerca de los nutrientes que la madre proporciona. Desde una perspectiva evolutiva, es adaptativo que el feto obtenga las máximas cantidades de nutrientes de la madre, mientras que es adaptativo que la madre limite la transferencia de nutrientes al feto para que conserve la salud y su capacidad de dar a luz a crías futuras.
Sin embargo, debido a que el feto tiene acceso directo al suministro de sangre materna por medio de la placenta, la madre no tiene gran cantidad de control sobre la cantidad de nutrientes que “pierde” para su feto. Por ende, es importante que la madre encinta ingiera los nutrientes suficientes para alimentarse a ella misma y a su feto, de manera adecuada. En general, las mujeres embarazadas requieren entre 300 a 500 calorías adicionales por día, incluyendo proteínas adicionales.
Las mujeres de peso normal que aumentan entre 11.35 y 15.89 kg tendrán menores probabilidades de tener complicaciones durante el parto o de dar a luz a bebés cuyo peso al nacer sea peligrosamente bajo. Sin embargo, el aumento de peso deseable depende de factores individuales, tales como la estatura y el peso anterior al embarazo (Martin, Hamilton et al., 2006). Tanto el peso excesivo como la falta de peso pueden representar un peligro: entre las mujeres que tienen a sus primeros hijos, aquellas con sobrepeso antes del embarazo tienen mayor riesgo de mortinatalidad o de perder a sus bebés durante sus primeras semanas de vida. Por otra parte, las mujeres con falta de peso tienen mayores probabilidades de tener bebés peligrosamente pequeños (Cnattingius et al., 1998). Las mujeres obesas corren peligro de tener hijos con defectos del tubo neural, así como con defectos del corazón y otros defectos congénitos (Shaw, Velie y Schaffer, 1996; Werler, Louik, Shapiro y Mitchell, 1996; Watkins, Rasmussen, Honein, Botto y Moore, 2003). La obesidad también aumenta el riesgo de otras complicaciones del embarazo, incluyendo aborto espontáneo (Cnattingius, Bergstrom, Lipworth y Kramer, 1998; Goldenberg y Tamura, 1996), dificultades para inducir el parto y una mayor probabilidad de partos por cesárea (Brousseau, 2006). Lo que come la madre encinta es importante: al parecer, el pescado también nutre el cerebro del feto. En un estudio, mientras más pescado había comido la madre durante el segundo trimestre de su embarazo, mejor se desempeñaba su lactante de seis meses de edad en una prueba de memoria visual.
No obstante, comer pescado con altos niveles de mercurio tendía a deprimir las puntuaciones de los lactantes (Oken et al., 2005). En otros estudios, los recién nacidos cuyas madres tenían niveles sanguíneos elevados de ácido docosahexaenoico (DHA), un ácido graso omega-3 que se encuentra en ciertos pescados, como salmón del Atlántico y atún, mostraban patrones de sueño más maduros (una señal de desarrollo cerebral avanzado) en comparación con los infantes cuyas madres presentaban niveles sanguíneos inferiores de DHA (Cheruku, Montgomery-Downs, Farkas, Thoman y Lammi-Keefe, 2002) y también se mostraron más atentos a los 12 y 18 meses (Colombo et al., 2004). Fue hasta hace poco que se comprendió la importancia crítica del ácido fólico o folato (una vitamina B) en la dieta de la mujer embarazada.
Durante cierto tiempo, los científicos habían observado que China tiene la incidencia más elevada en el mundo de bebés nacidos con anencefalia y espina bífida (véase cuadro 3-1), pero no fue sino hasta la década de 1980 que los investigadores conectaron este hecho con el momento de la concepción de los bebés. De manera tradicional, las parejas chinas se casan en enero o febrero y tratan de concebir tan pronto como les es posible. Por ende, es frecuente que sus embarazos se inicien durante el invierno, cuando las mujeres rurales tienen poco acceso a frutas y verduras frescas, fuentes importantes de ácido fólico. Una vez que los detectives médicos establecieron que la falta de ácido fólico era causa de anencefalia y espina bífida, China inició un programa masivo para proporcionar suplementos de ácido fólico a las madres futuras.
El resultado fue una enorme reducción en la preponderancia de estos defectos (Berry et al., 1999). La adición de ácido fólico en productos con cereales enriquecidos ha sido obligatoria desde 1998 en Estados Unidos, donde también se ha reducido la incidencia de estos defectos (Honein, Paulozzi, Mathews, Erikson y Wong, 2001). Se alienta a las mujeres en edad reproductiva a que tomen suplementos con folato y que incluyan esta vitamina en sus dietas mediante la ingesta de abundantes cantidades de frutas y verduras frescas aun antes de embarazarse, ya que el daño que produce la deficiencia del ácido fólico puede suceder durante las primeras semanas de la gestación [American Academy of Pediatrics (AAP) Committee on Genetics, 1999; Mills y England, 2001]. Si todas las mujeres tomaran cinco miligramos de ácido fólico al día antes del embarazo y durante su primer trimestre, se calcula que se podría evitar cerca de 85% de los defectos de tubo neural (Wald, 2004).
Desnutrición
La desnutrición prenatal puede tener efectos a largo plazo. En la Gambia rural, en el poniente de África, las personas que nacieron durante la temporada de “hambre”, cuando se han agotado casi por completo los alimentos recolectados en la cosecha anterior, tienen 10 veces más probabilidades de morir durante su adultez temprana que las personas nacidas en otras épocas del año (Moore et al., 1997). En áreas rurales del norte de Inglaterra y Gales, las tasas elevadas de embolias entre adultos de mediana edad se asociaron con la pobreza y desnutrición 50 años antes, cuando dichos adultos nacieron (Barker y Lackland, 2003).
Las graves deficiencias nutricionales prenatales en el primero o segundo trimestre afectan al cerebro en desarrollo y aumentan el riesgo de trastornos antisociales de la personalidad a los 18 años de edad (Neugebauer, Hoek y Susser, 1999). Los niños cuyas madres tuvieron niveles bajos de vitamina D a finales de su embarazo presentaron bajos niveles de contenido mineral óseo a los nueve años de edad, aumentando potencialmente su riesgo de osteoporosis más adelante en su vida (Javaiad et al., 2006). Y, como se analizó en el capítulo 3, un estudio finlandés encontró un vínculo entre la desnutrición fetal y la esquizofrenia (Wahlbeck et al., 2001). Las mujeres desnutridas que toman suplementos dietéticos durante su embarazo tienden a tener lactantes más grandes, más sanos, más activos y visualmente más alertas (J. L. Brown, 1987; Vuori et al., 1979); y las mujeres con bajos niveles de zinc que toman suplementos cotidianos de este mineral se encuentran en menores probabilidades de dar a luz a bebés con bajo peso al nacer y una menor circunferencia de la cabeza (Goldenberg et al., 1995). En un estudio aleatorizado, a gran escala, de hogares de escasos recursos en 347 comunidades mexicanas, las mujeres que tomaron suplementos dietéticos fortificados con nutrientes durante su embarazo o al amamantar tendieron a tener bebés que crecieron con mayor rapidez y con menores probabilidades de anemia (Rivera, Sotres-Alvarez, Habicht, Shamah y Villalpando, 2004).
Estrés materno
Cierta cantidad de tensión y preocupación es normal y no necesariamente incrementa el riesgo de complicaciones de nacimiento, como bajo peso al nacer, según un análisis de diversos estudios (Littleton, Breitkopf y Berenson, 2006). El estrés materno moderado incluso puede estimular la organización del cerebro en desarrollo. En una serie de estudios, niños de dos años de edad, cuyas madres habían exhibido ansiedad moderada a mediados de su embarazo, obtuvieron puntuaciones más elevadas en mediciones de desarrollo motor y mental (DiPietro, 2004; DiPietro, Novak, Costigan, Atella y Reusing, 2006). Por otra parte, un estrés materno excesivo puede afectar al producto de manera negativa (Dingfelder, 2004; Huizinik, Mulder y Buitelaar, 2004). En un estudio, mujeres cuyas parejas o hijos habían muerto o estaban hospitalizados a causa de infartos o cáncer, se encontraron en riesgo elevado de dar a luz a hijos con malformaciones, tales como labio leporino, paladar hendido y malformaciones cardiacas (Hansen, Lou y Olsen, 2000). Como se informa en el capítulo 6, un estrés importante durante las semanas 24 a 28 del embarazo puede influir en el desarrollo del autismo al ocasionar deformidades en el cerebro en desarrollo (Beversdorf et al., 2001). Los autoinformes de ansiedad de la madre durante el embarazo se han asociado con falta de atención en niños de ocho meses de edad durante evaluaciones de su desarrollo.
Edad materna
El 30 de diciembre de 2006, en Barcelona, España, una mujer de 67 años de edad se convirtió en la mujer de mayor edad que haya dado a luz en la historia registrada. La mujer (cuyo nombre no fue revelado) se embarazó después de una fertilización in vitro. Dio a luz a gemelos por medio de una cesárea. Los nacimientos provenientes de mujeres estadounidenses en su tercera y cuarta décadas de vida —y a un menor grado, incluso a los 50 y 60 años de edad— casi se han duplicado desde 1980, de 19 a más de 37% de todos los nacimientos (Martin, Hamilton et al., 2006); un ejemplo de influencias graduadas por la historia. ¿Cómo es que los nacimientos demorados afectan los riesgos a la madre y al bebé? Aunque la mayoría de los riesgos a la salud del bebé no son mucho mayores que para los bebés nacidos de madres más jóvenes, la posibilidad de aborto espontáneo o mortinatalidad aumenta con la edad de la madre (figura 4-5).
De hecho, el riesgo de aborto espontáneo alcanza una probabilidad de 90% en mujeres de 45 años de edad o mayores (Heffner, 2004). Las mujeres entre 30 y 35 años de edad tienen mayores posibilidades de sufrir complicaciones a causa de diabetes, hipertensión o hemorragias graves. También existen mayores probabilidades de parto prematuro, demoras en el crecimiento fetal, defectos congénitos y anormalidades cromosómicas como síndrome de Down. No obstante, debido a la amplitud de estudios de detección entre mujeres embarazadas mayores, nacen menos bebés con anormalidades en la actualidad (Berkowitz, Skovron, Lapinski y Berkowitz, 1990; P. Brown, 1993; Cunningham y Leveno, 1995; Heffner, 2004). Las mujeres de 40 años de edad y mayores corren mayor riesgo de requerir partos quirúrgicos (Gilbert, Nesbitt y Danielsen, 1999). Las mujeres que dan a luz después de los 50 años de edad tienen el doble o triple de probabilidades de dar a luz bebés muy pequeños, nacidos de forma prematura o mortinatos, en comparación con mujeres más jóvenes (Salihu, Shumpert, Saly, Kirby y Alexander, 2003).
No todos estos riesgos se aplican a mujeres que se embarazan por medio de fertilizaciones in vitro, utilizando óvulos de mujeres más jóvenes. En ese tipo de embarazos, que por lo general se supervisan y monitorean de manera cercana, los riesgos tanto de aborto espontáneo como de anormalidades cromosómicas son consistentes con la edad de la donadora (Heffner, 2004). Las muchachas adolescentes también tienden a tener bebés prematuros o con bajo peso; tal vez porque su cuerpo aún en crecimiento consume los nutrientes vitales que el feto necesita (Fraser, Brockert y Ward, 1995). Estos recién nacidos corren mayor riesgo de muerte en su primer mes, así como de discapacidades o de problemas de salud.
Nacimiento y el bebé recién nacido
Un bebé recién nacido es un suceso extraordinario y nunca he visto dos bebés que se vieran exactamente iguales. Ante nuestros ojos se encuentra el milagro viviente que no podría subsistir sin ti ni un instante, con un cráneo más frágil que un huevo; un milagro con ojos, piernas, uñas y pulmones.
James Baldwin, No Name in the Street, 1972
Nacimiento y cultura: cómo ha cambiado el proceso de dar a luz*
Las costumbres que rodean el nacimiento reflejan las creencias, valores y recursos de una cultura. Una mujer maya de Yucatán da a luz en la hamaca en la que duerme todas las no ches; se espera que el futuro padre esté presente, junto con la partera. Para evitar a los malos espíritus, la madre y su hijo permanecen en casa durante una semana (Jordan, 1993). En contraste, entre los Ngoni del este de África, se excluye a los hombres del nacimiento. En la Tailandia rural, la nueva madre generalmente retoma sus actividades normales luego de unas cuantas horas de haber dado a luz (Broude, 1995; Gardiner y Kosmitzki, 2005). Antes del siglo veinte, el nacimiento en Europa y Estados Unidos seguía patrones un tanto similares. El parto era un ritual social femenino.
La mujer, rodeada de sus familiares mujeres y sus vecinas, se sentaba en cama o quizá en el establo, cubierta modestamente con una sábana; si lo deseaba, podía estar de pie, caminar o acuclillarse sobre un banquillo de nacimiento. Las grietas en las paredes, puertas y ventanas se cubrían con trapos para impedir el paso de aire frío y espíritus malignos. El futuro padre no estaba cerca. No fue sino hasta el siglo XV que hubo presencia de un médico, pero a esta atención sólo tenían acceso las mujeres ricas, quienes de esta manera buscaban prevenir cualquier complicación.
La partera que presidía el evento no tenía entrenamiento formal; ofrecía “consejo, masajes, pociones, irrigaciones y talismanes”. A veces se empleaban ungüentos de grasa de serpiente, agallas de anguila, polvo de pezuña de burro, lengua de camaleón o piel de víbora o liebre para frotar en el abdomen de la futura madre a fin de aliviar su dolor o apurar el parto; pero “los gritos de la madre durante el parto se consideraban tan naturales como los del bebé al nacer” (Fontanel y d’Harcourt, 1997, p. 28). Dada la falta de conocimiento preciso sobre la anatomía femenina y el proceso del alumbramiento, los servicios de las parteras a veces causaban más daño que bien.
Un texto del siglo XVI instruía a las parteras a estirar y dilatar las membranas de los genitales y cortarlas o romperlas con las uñas, instar a las pacientes a subir y bajar escaleras gritando a todo pulmón, ayudarlas a parir presionando su estómago y jalar la placenta de inmediato luego del parto (Fontanel y d’Harcourt, 1997). Luego de nacer el bebé, la partera cortaba y ataba el cordón umbilical y limpiaba y examinaba al recién nacido, evaluando reflejos y articulaciones.
Las otras mujeres ayudaban a la nueva madre a lavarse y vestirse, hacían la cama con sábanas limpias y le servían comida para restaurar su fuerza. Luego de unas cuantas horas, las madres campesinas regresaban al trabajo en los campos y las mujeres más ricas o nobles permanecían “recostadas” y descansaban durante varias semanas.
Reducción de los riesgos del parto
El nacimiento en aquellos tiempos era “una lucha con la muerte” (Fontanel y d’Harcourt, 1997, p. 34) tanto para la madre como para el niño. En la Francia de los siglos XVII y XVIII, una de cada diez mujeres moría durante o poco después del parto. Miles de bebés nacían muertos y uno de cada cuatro que nacían vivos moría durante su primer año.
Al final del siglo XIX en Inglaterra y Gales, una futura madre tenía casi 50 veces más probabilidad de morir durante el parto que una mujer en la actualidad (Saunders, 1997). El desarrollo de la ciencia de la obstetricia a principios del siglo XIX profesionalizó el nacimiento, en especial en entornos urbanos. La mayoría de los partos seguían ocurriendo en casa y las mujeres estaban cerca para ofrecer ayuda y apoyo emocional, pero en general había un médico (varón) a cargo, con el instrumental quirúrgico listo en caso de problemas.
Las parteras tenían entrenamiento y había una amplia difusión de los manuales de obstetricia. Luego de iniciar el siglo XX, los hospitales de maternidad, donde las condiciones eran antisépticas y el manejo médico era más fácil, se volvieron el ambiente de elección para el parto en el caso de aquellas mujeres que podían pagarlo (aunque no para muchas mujeres rurales, como Gladys Presley). En 1900, sólo 5% de los partos en Estados Unidos ocurrieron en hospitales; para 1920, las tasas en diversas ciudades variaban de 30 a 65% (Scholten, 1985). Una tendencia similar ocurría en Europa. En 2004, en Estados Unidos, 99% de los bebés nacieron en hospitales y 91.5% de los nacimientos fueron atendidos por médicos. Casi 8% fueron atendidos por parteras, que en general son enfermeras-parteras certificadas (Martin, Hamilton, et al., 2006). 
La gran reducción en riesgos del embarazo y parto en el mundo industrializado, en particular durante los últimos 50 años, se debe en gran medida a la disponibilidad de antibióticos, transfusiones de sangre, anestesia segura, mejoría en higiene y fármacos para inducir el parto cuando es necesario. Además, las mejorías en evaluación y cuidado prenatal hacen más probable que un bebé nazca sano. De cualquier forma, el nacimiento no está libre de riesgos para las mujeres o los bebés. Entre las casi cuatro millones de mujeres que dieron a luz cada año en Estados Unidos entre 1993 y 1997, 31% experimentaron problemas médicos (Daniel, Berg, Johnson y Atrash, 2003).
Factores como ser de raza negra, presentar obesidad, contar con antecedentes médicos difíciles, haber tenido partos previos por cesárea y haber procreado varios hijos elevan el riesgo de la mujer de sufrir hemorragia y otras complicaciones peligrosas; y el riesgo de morir durante el parto es cuando menos cuatro veces mayor para las mujeres negras que para las blancas (Chazotte, citado en Bernstein, 2003).
Proceso del nacimiento
Trabajo de parto es un término adecuado para el proceso de dar a luz. Principalmente debido al tamaño de la cabeza del feto, el nacimiento es un esfuerzo difícil tanto para la madre como para el bebé. Desde una perspectiva evolutiva, la ventaja de una cabeza agrandada que puede contener un cerebro capaz de tener un pensamiento avanzado es más importante que la dificultad de atravesar el canal de parto (Bjorklund y Pellegrini, 2000).
Lo que induce el trabajo de parto, o el nacimiento vaginal normal, es una serie de cambios uterinos, cervicales y de otro tipo denominados preparto. Por lo común, el preparto comienza  aproximadamente dos semanas antes del nacimiento, cuando la brusca elevación de los niveles de estrógenos estimula al útero para que se contraiga y para que el cuello del útero sea más flexible. El momento del preparto parece estar determinado por un aumento notable en la tasa a la cual la placenta produce una proteína llamada hormona liberadora de corticotropina (HLC). Esta proteína también promueve la maduración de los pulmones del feto para prepararlos para la vida fuera del vientre.
La tasa de producción de HLC, incluso desde el quinto mes del embarazo, puede ayudar a pronosticar si el bebé nacerá antes, a tiempo o tarde (Smith, 1999, 2007). Las contracciones uterinas que expulsan al feto inician —por lo común a las 40 semanas de gestación— como un estrechamiento del útero. Es posible que ocasionalmente la mujer sienta contracciones falsas (conocidas como contracciones de Braxton-Hicks) durante los últimos meses del embarazo o incluso desde el segundo trimestre, cuando los músculos del útero se tensan durante 30 a 60 segundos o hasta llegar a dos minutos. Estas contracciones pueden ayudar a tonificar los músculos uterinos y a promover el flujo de sangre a la placenta. En comparación con las contracciones de Braxton-Hicks, que son relativamente leves e irregulares y luego se apaciguan, las verdaderas contracciones de parto son más constantes, rítmicas y dolorosas, y aumentan en frecuencia e intensidad.
El bebé recién nacido
El nacimiento es estresante para los bebés. La lucha por nacer aparentemente estimula el cuerpo del niño para producir enormes cantidades de dos hormonas asociadas con el estrés: adrenalina y noradrenalina. La elevación repentina de estas hormonas durante el nacimiento limpia los pulmones del exceso de líquido para permitir la respiración, moviliza la energía almacenada para nutrir a las células y envía sangre al corazón y cerebro.
También, al provocar que el bebé esté más alerta y listo para interactuar con otra persona, es posible que estas hormonas promuevan la vinculación con la madre. Como ya se mencionó, éstas son ventajas importantes del nacimiento vaginal. Los partos por cesárea eluden la experiencia del trabajo de parto, que quizá ayuda a un bebé a adaptarse fuera del vientre (Lagercrantz y Slotkin, 1986). En las primeras cuatro semanas de vida, conocidas como periodo neonatal, se da un tiempo de transición en el que el feto pasa del útero (donde recibía completo sustento) a una existencia independiente. ¿Cuáles son las características físicas de los recién nacidos y cómo están equipados para esta transición crucial?
Los recién nacidos y sus padres
El nacimiento es una transición mayor, no sólo para el bebé sino también para sus padres. De pronto casi todo su tiempo y energía (o así parece) se dedican a esta persona recién llegada a sus vidas. En especial cuando se trata del primer hijo, un recién nacido implica demandas insistentes que desafían la capacidad de los padres para afrontar la situación. Al mismo tiempo, los padres (y quizá los hermanos) comienzan a familiarizarse con el nuevo miembro de la familia y a desarrollar vínculos emocionales.
Nacimiento y vinculación
¿Cómo y cuándo se desarrolla el vínculo madre-lactante, esa conexión estrecha y afectuosa entre la madre y su recién nacido? Algunos investigadores que estudian este tema han seguido el enfoque etológico, que considera que el comportamiento en los seres humanos, al igual que en los animales, está determinado biológicamente, y enfatizan periodos críticos o sensibles para el desarrollo de ciertas conductas.  Como se mencionó en el capítulo 1, Konrad Lorenz (1957) demostró que los patos recién nacidos siguen al primer objeto en movimiento que ven, en general la madre —un fenómeno denominado impronta—.
Sin embargo, la investigación ha concluido que, a diferencia de los animales que estudió Lorenz, en los seres humanos no existe un periodo crítico para la vinculación (Chess y Thomas, 1982; Klaus y Kennell, 1982; Lamb, 1983). Este hallazgo puede aliviar la preocupación y culpa que a veces sienten los padres adoptivos y aquellos que han sido separados de sus hijos después del nacimiento. El padre, al igual que la madre, forma vínculos estrechos con su bebé. Los niños contribuyen haciendo simplemente lo que hacen en forma normal: abrir los ojos, aferrarse a los dedos de su padre o moverse en sus brazos. Es frecuente que el padre que está presente durante el nacimiento de su hijo considere dicho suceso como “la máxima experiencia emocional” (May y Perrin, 1985), pero un hombre puede llegar a comprometerse en sentido emocional con su hijo recién nacido sin importar si ha asistido o no al nacimiento (Palkovitz, 1985).
Desde una perspectiva evolutiva, la vinculación parental puede ser un mecanismo para garantizar que los padres inviertan la enorme energía y recursos que se necesitan para permitir que un lactante indefenso sobreviva y se reproduzca. Los psicólogos evolutivos del desarrollo señalan que la crianza infantil implica un acto de equilibrio entre las necesidades de los padres y las de sus hijos (Bjorklund y Pellegrini, 2000). La vinculación garantiza que los beneficios para los padres compensen el costo.
¿Qué necesitan los recién nacidos de sus madres?
Una serie de experimentos pioneros con monos, realizados por Harry Harlow y sus colaboradores, establecieron que en el vínculo madre-lactante se involucra algo más que el alimento. En estos experimentos, se separó a monos rhesus de sus madres seis a 12 horas después de nacer y se les crió en un laboratorio. Los monos bebés fueron colocados en jaulas con uno de dos tipos de madres sustitutas: una forma cilíndrica simple de alambre y una forma cubierta con felpa. Algunos monos recibieron alimento de biberones conectados a las madres de alambre; otros fueron alimentados por las madres cálidas y suaves de tela. Cuando se permitió que los monos pasaran tiempo con cualquiera de ambos tipos de madres, pasaron más tiempo subiéndose a las sustitutas de tela, incluso cuando sólo se les alimentaba con las madres de alambre. En una habitación desconocida, los bebés “criados” por las sustitutas de tela mostraron más interés natural en la exploración que aquellos “criados” por sustitutas de alambre, incluso cuando las madres apropiadas estaban allí.
En apariencia, los monos también recordaban mejor a las sustitutas de tela. Luego de un año de separación, los monos “criados por madres de tela” corrían de manera entusiasta hacia las formas cubiertas de felpa, en tanto que los monos “criados por madres de alambre” no mostraban interés alguno en estas formas de alambre (Harlow y Zimmerman, 1959). Sin embargo, ninguno de los monos criados en cualquiera de ambos grupos creció normalmente (Harlow y Harlow, 1962) y ninguno fue capaz de cuidar de sus propias crías (Suomi y Harlow, 1972). En otro estudio, ratas bebé cuyas madres las lamían con frecuencia, presentaron menos ansiedad y temor y produjeron menores niveles de hormonas de estrés que las ratas a las cuales las lamían menos. Los investigadores encontraron que el lamido materno activa un gen que alivia el estrés (Caldji, Diorio y Meaney, 2003).
Es evidente que una madre falsa no proporcionaría los mismos tipos de estimulación y oportunidades de desarrollo positivo que una madre viva, y que las demostraciones físicas de la madre apaciguarían el estrés de su bebé. Estos experimentos muestran que la alimentación no es lo más importante que obtienen los bebés de sus madres. El cuidado materno incluye el consuelo del contacto corporal cercano y, cuando menos en los monos, la satisfacción de una necesidad innata de aferrarse. Los lactantes humanos también tienen necesidades que deben satisfacerse si han de crecer con normalidad. La tarea de los padres es tratar de satisfacer esas necesidades.
Papel del padre
El papel del padre es una construcción social que tiene diferentes significados en diversas culturas. Este rol puede asumirlo el padre biológico o compartirlo con otro individuo: el hermano de la madre (como en Botswana donde las madres permanecen con su propia familia hasta que sus compañeros llegan más allá de los 40 años) o un abuelo, como en Vietnam (Eagle y Breaux, 1998; Richardson, 1995; Townsend, 1997). En algunas sociedades, los padres varones participan más en la vida de sus hijos pequeños —en sentido económico, emocional y en tiempo compartido con ellos— que en otras culturas. En muchas partes del mundo ha cambiado —y sigue cambiando— el significado de ser padre (Eagle y Breaux, 1998).
Entre los Huhot del Mongolia Interior, una provincia de China, por tradición los padres varones proporcionan el apoyo económico y la disciplina, en tanto que las madres proporcionan los cuidados nutricios (Jankowiak, 1992). Los padres varones son firmes y distantes y sus hijos los respetan y temen. Los hombres casi nunca cargan a sus hijos lactantes. Interactúan más con los infantes, pero sólo proporcionan cuidados a sus hijos si la madre está ausente. No obstante, la urbanización y el empleo materno están cambiando estas actitudes.
Los hombres —en especial los padres con educación universitaria— buscan ahora una relación más íntima con sus hijos, en especial los varones. La política oficial china de sólo un hijo por pareja ha acentuado este cambio y ha conducido a ambos padres a participar más profundamente con su hijo único (Eagle y Breaux, 1998; véase apartado 11-2). En contraste con los Huhot, entre los Aka de África central los padres dan tanto apoyo nutricio y emocional a sus hijos como las madres. De hecho, “los padres Aka cuidan más directamente de sus lactantes que los padres en cualquier otra sociedad conocida”






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